Opinión
Intoxicar
Entre las andanadas ideológicas, encauzadas con clarividente acierto, que tienen por objeto desestabilizar primero, y destruir después, verbigracia países tan importantes de la Unión Europea como España, está la intoxicación cultural. España no solo es trascendental en la UE por su (antaño, al menos) PIB y el número de habitantes a quienes proporciona una patria, o sea: un hogar, sino porque (tomen nota sus autoridades) es la puerta de Europa frente a África, muy joven y fuerte, que despertó hace tiempo con hambre, sueños y legítimas ansias de libertad. El día en que España se desmorone, ni siquiera un Brexit conseguirá preservar a ningún país del Viejo Continente de una irrefrenable avalancha migratoria, rápida y violenta, que lo resquebrajará, haciéndolo añicos. La intoxicación cultural proviene casi toda de posmodernistas disparates, postcoloniales y relativistas, gestados en las últimas décadas principalmente en las universidades americanas, que han implantado su falta de sentido común sobre la realidad social como quien dibuja en el papel una ensoñación barata, desquiciada. Lo malo es que, eso que los teóricos, teóricas y teóriques, escriben en sus «papers», luego se esculpe a sangre, miseria y drama sobre la piel descarnada y real de millones –no ciudadanos, sino pobres desgraciados–, víctimas de ingenieros sociales trastornados, que desbarran entre el delirio, la temeridad y la frivolidad de sus ideologías, que obedecen más a un puro interés económico que a una pasión intelectual o un convencimiento ético. Ejemplo del desatino que nos gobierna es el capítulo de los «Derechos». Por supuesto, los Derechos Humanos son una conquista de la dignidad humana, pero la intoxicación cultural posmoderna ha conseguido propagar la falsa idea de que son derechos humanos cosas tan mentecatas como «reescribir la historia» a conveniencia, provocando frustración y crimen entre quienes se sienten perdedores de ella. O creer que «tener una vivienda» es un derecho humano fundamental, cuando en realidad es un marco jurídico constitucional que pretende proteger al propietario de posibles abusos. Así, cunde la incorrecta idea de que la okupación es un derecho humano básico: claro porque, si hay palacios ocupados por pecheros robolucionarios, ¿porqué no chalets de lujo okupados por delincuentes, con el beneplácito de la ley y la opinión pública…? Pero no, señora, lo diga quien lo diga, saquear para robar iPhones tampoco es un derecho humano. Todavía.
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