Opinión

Escolares

Si no abren las escuelas en septiembre, se acabará por perpetrar un daño educativo inconmensurable a toda una generación. Nadie reparará el perjuicio que ya han padecido durante meses los más jóvenes y que quizás se prolongue e intensifique, asestándoles otro mazazo igual que se abate en el suelo a una pieza de caza previamente tiroteada en pleno vuelo. Sería una pérdida irreparable para el futuro de los niños, desde preescolar hasta bachillerato. En su porvenir se abrirán agujeros negros producto del menoscabo al que les han obligado las autoridades (¿competentes?). A pesar de que la incidencia del Covid-19 entre niños y adolescentes ha sido irrelevante en el mundo, grandes poderes y fuerzas superlativas de la sociedad –desde acreditadas a completamente analfabetas–, están conjurándose para impedirles volver a clase. Los acusan de ser un peligro andante que, si no padece, transmite. Portadores de enfermedad a los que muchos gustosamente condenarían al cautiverio indefinido, a la reja doméstica, sentenciándolos así ante la pantalla, –más playstation que matemáticas, no nos engañemos–, a la precariedad formativa. Lejos de toda disciplina, socialización, instrucción adecuada. Los jóvenes junto con los ancianos han sufrido más que nadie bajo la locura dirigente de esta situación esencialmente desordenadora, empobrecedora, anómala. Tras el ilógico concepto chino de «nueva normalidad» algunos pretenden ocultar la locura y la estupidez manifiestas. Quizás lo logren. Sí se conseguirá robar a una generación de jóvenes, hasta los 18 años, una parte fundamental de sus vidas, de las oportunidades a las que tienen derecho. Vale que los maestros tengan miedo de volver a clase. Es comprensible: se encuentran doblegados por una situación tan turbia y confusa que no podría ser explicada ni por los mismos culpables de haberla producido, o gestionado. Vale que los políticos tengan miedo de que les pidan responsabilidades –que no están dispuestos a pagar– por las supuestas consecuencias negativas de abrir de nuevo colegios e institutos… Aunque también «vale» que resulta claramente previsible que las secuelas que dejará la orden de «no» abrir los colegios –no solo en los niños, sino en el conjunto de la sociedad–, serán a corto, medio y largo plazo, mucho más terribles que las que pudiera producir este otoño la propia pandemia. Pero vivimos en un mundo que mata virus con misiles balísticos y fake news.