Opinión
Elecciones
Casado ha decidido engrasar su partido para ese estadio de máxima tensión que es el horizonte electoral. Cierto que nadie sabe cuándo será la próxima cita con las urnas pero había que pasar de las veleidades al teatro. Prescindir de Cayetana Álvarez de Toledo es un mecanismo de supervivencia. En primer lugar porque no tiene que ser muy agradable que cada vez que un barón o responsable del partido llega a tu despacho, después del saludo, saque el asunto de la ya ex portavoz. Los partidos no son una tertulia ni espacio para el debate permanente porque en algún momento hay que concretar la estrategia. No existe batalla entre «ideólogos» y «gestores» más bien entre charlatanes y currantes. Algunos viven décadas en segundo plano con una lucha interna entre ambas pulsiones. Los partidos tienen como objetivo conseguir el poder y en su defecto la mayor porción del voto ciudadano. Casado prefirió primero hacerse con el control del partido y eso casi le cuesta un disgusto. Con el tiempo ha descubierto que el grupo se había quedado sin control. La sesión en la que todos iban a por Marlaska y Cayetana, la portavoz, se salió llamando hijo de terrorista a Iglesias, fue muestra clara. Era inevitable lo sucedido. Casado sabe que con estos nombramientos frena cualquier intento del triunvirato (Feijoo, Mañueco, Moreno) de mover el braserillo. Les concede algunos deseos mientras su Secretario General les mete las cabras en sus corrales. Cuca Gamarra despeja la conexión Génova-carrera de San Jerónimo.Además con la presencia de Ana Pastor, la ex ministra de casi todo y con todos, y de Almeida, el alcalde de todos, recupera ese intangible esencial para la ciudadanía atribulada que es la sensación de alternativa. A nadie le cuesta ver a Pastor de ministra o vicepresidenta. El papel del Alcalde de Madrid tendrá que dotarse de contenido para no ser el portavoz de las «malas nuevas». Estos cambios tienen que tener su reflejo en la «acción política». Este PP de pretemporada tiene dos partidos determinantes . El primero la moción de Vox que en realidad es contra lo que llamaban «la derechita cobarde» y representa, de nuevo, Casado. Cualquier concesión será nefasta para el PP. La otra cita son los presupuestos. Una puesta escena más amable no significa que se conviertan en amebas políticas. No habrá apoyo a las cuentas porque son el desarrollo de un programa de gobierno de coalición antagónico con lo que pueden ofrecer los populares. Por eso se hacen necesarios algunos pactos institucionales como la renovación en Justicia y alguna declaración pública que permita a PP y PSOE aparecer como partidos de Gobierno capaces de poner a salvo el sistema. Pero hay que construir día a día.
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