Opinión
Oposición
Este tiempo inestable y convulsivo propicia, por doquier, que surjan oposiciones políticas «fake», de mentira. Que son oposición por la punta de atrás. Oposición en aras de la apariencia, de pura conveniencia. Como esos matrimonios que mantienen el simulacro de una unión convencional, aunque los cónyuges se encuentren separados de hecho, juntándose apasionadamente solo para el cohecho. Sucede con frecuencia en Latinoamérica. En tal caso, cuando la oposición es engañadora, farsante y bolera, su existencia tiene un objetivo muy importante: generar una espuria estampa exterior de disconformidad con el gobierno que ejerce el poder, con idea de que los ciudadanos de su país, y del mundo en general, se traguen el cuento de que todos ellos forman parte de una «democracia», en la cual siempre es preciso que exista el poder y su competencia, una oposición política que ejerza como contrapeso y vigía del régimen. Y es que la palabra «democracia» encierra una de las ideas más hermosas, clarividentes y justas –pero actualmente también más vacías y prostituidas– de la historia del pensamiento humano. Ya está dicho y grabado: La dictadura no mola, aunque sea la dictadura del proletariado. No hay manera de vender eso. La palabra que hay que disputar es «democracia». Las oposiciones chichinabo suelen proliferar en países neo/nar/comunistas, bolivarianos, abusivos en general…, y en vez de oponerse al gobierno opresor, lo apuntalan, lo afianzan, le dan apariencia de democracia, lo legitiman mientras son cómplices, cuando no encubridores, del desastre. La democracia hoy sirve a los «no demócratas» y tiranos mucho mejor que a los verdaderos demócratas, porque los primeros la usan como un arma mortalmente eficaz para luchar contra los pocos demócratas que quedan y que, no solo permanecen desarmados, sino que ni siquiera son conscientes de que están inmersos en un combate letal. Así, los opositores «fake» son colaboradores necesarios de dictaduras disimuladas, disfrazadas bajo el relumbrón falsamente demócrata de las urnas, siempre manipuladas. Trabajan denodadamente para reducir la democracia a una simple cuestión de urnas, anulando todo lo demás. Las urnas son fácilmente manejables, los conteos se falsifican con sencilla eficiencia, y se utilizan los votos fraudulentos como estandarte y excusa única que avale toda acción, decisión, disparate o injusticia manifiesta por parte del gobierno. Y la oposición impostora, calla y traga. Y, por supuesto, cobra su parte.
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