Opinión
Cabalgan juntas
Proliferan en redes y artículos las menciones a George Soros. Nos tiene cogidos de la entrepierna. Lo sostienen los que teclean resguardados de la realidad, que arruinaría sus cuentos. Lo susurran porque necesitan encontrarle sentido a todo. El mapamundi que conecte las grietas del muro con la pandemia, no digamos la muerte. Sus tonterías recuerdan las de una Mary Ann Mendoza. Invitada para hablar en la Convención Republicana. Expulsada por retuitear mensajes QAnon. Los QAnon son los buscadores de ovnis de toda la vida. Los cantaores antivacunas. Los bribones y crédulos del crecepelos. Otra QAnon es Marjorie Taylor Greene, que ha ganado las primarias republicanas en Georgia, es candidata al Congreso y ha sido muy celebrada por Donald Trump. La señora Taylor fue denunciada por medios como el Jerusalem Post y Haaretz por traficar con vídeos y teorías de acre sabor antisemita. Entre otras cosas la pijada de El Gran Reemplazo, atribuida a ese indigente intelectual llamado Renaud Camus, y que denuncia una conspiración sionista para reemplazar a los habitantes de Europa por musulmanes fundamentalistas. Que luego ya el fundamentalismo islámico sea enemigo mortal del Estado de Israel no parece importarle a esta gente. No a los QAnon. Convencidos de que una élite de caníbales y pederastas, al servicio de Soros, Hillary Clinton y Barack Obama, trabaja duro y sin descanso para acabar con la civilización occidental. Según The Economist, 72 candidatos republicanos en 2020, incluidos dos al Senado y 17 al Congreso, han sido identificados como afines al movimiento. Trump por su parte ha retuiteado no menos de 216 mensajes relacionados con grupos y fulanos QAnon. Al presidente de EE.UU., claro, los del gorrito de papel albal sólo le interesan porque parecen votarle. Doctrina Trump: bueno es todo aquel que me aplaude. Volviendo a Soros: arrancas obsesionado con el especulador y rematas, diez minutos más tarde, en Los protocolos de los sabios de Sion. O retuiteando a neonazis polacos, como la luminaria aquella. Por cierto, The Economist recuerda que QAnon guarda paralelismos con el pánico desatado en los años ochenta a raíz de una teórica red de pederastas que operaba en las guarderías de EE.UU. Una de las principales exportadoras del terror, que acabó con decenas de inocentes en la cárcel, fue Oprah Winfrey. Años más tarde Winfrey jaleaba la barbarie #MeToo. La «derechita valiente» y la «paleoizquierda» cabalgan juntas.
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