Manipulación intencionada

Opinión
Antípoda de seguridad y certeza. Cuando alguien sabe lo que le va a pasar, cuenta con una enorme ventaja. La atracción del funcionariado se basa en eso: la vida profesional se constituye en un firme ariete contra los vaivenes del destino. Una funcionaria siempre va hacia delante. Nunca retrocede en derechos adquiridos ni baja del escalafón, a no ser que perpetre un magnicidio. La incertidumbre, en cambio, es perplejidad. Nada está claro. El porvenir no se avista. Una nube negra y espesa de inseguridad envuelve a la persona. O a la sociedad. Eso ocurre en estos tiempos desconcertantes. Nadie sabe qué pasará mañana. ¿Nos encerrarán, nos arruinaremos, enfermaremos, moriremos…? Antaño, las profecías futuristas solían tener componentes distópicos que apuntaban al florecimiento de dictaduras. Pero la dictadura es, sobre todo, un plan claro, con ella nadie se llama a engaño: las libertades ciudadanas se pierden, los derechos se conculcan, se trasgrede la dignidad humana… Todo en ella es «seguro», los individuos saben a qué atenerse. Si bien, en esta época ha sucedido lo nunca visto: incluso las dictaduras han sido vencidas por la duda, han tomado decisiones titubeantes, aunque envueltas en el ropaje totalitario que les es propio, que han demostrado su ineficacia brutal, su estulticia congénita. Las dictaduras, ante la incertidumbre, han reaccionado igual de mal que las democracias: fallando, fluctuando, oscilando sin saber hacia dónde dirigirse. El mar de fondo –y el mal de fondo–, ha sido la incertidumbre. Lo peor que podía pasar. La pandemia ha descubierto un mundo caótico, donde nada es lo que parece, donde la verdad –que ya estaba herida de muerte con el afloramiento de la posverdad como sistema– ha desaparecido del horizonte político, filosófico e individual. No han quedado resquicios donde buscar respuestas, ningún refugio ante el virus de la irresolución. No hay lugar de la Tierra a salvo de eso. La verdadera pandemia que nos ha azotado es un naufragio, un hundimiento generalizado en el mar de la duda, no saber a dónde agarrarnos cuando todo zozobra a nuestro alrededor, en un planeta que, por si fuera poco, hacía ya décadas que no conservaba nada sólido que fuese capaz de flotar o marcarnos el Norte.
Manipulación intencionada