Elecciones catalanas

Iván Redondo ha vuelto a hacerlo

Pepe Zaragoza se puso las pilas como un militante más y se sumó a una frase que Redondo dice: «Hay que dejar que las cosas pasen»

Los adversarios de Iván Redondo, políticos y de profesionales de la consultoría política, suelen acusarle de inventarse su propio relato y de tener suerte, mucha suerte. Ahora dirán que ha vuelto a tener suerte y que se ha inventado de nuevo un relato para su mayor gloria. Solo pongo una objeción. No ha tenido ni suerte ni se ha inventado un relato. Al contrario, lo ha hecho realidad.

El jefe de gabinete del presidente del Gobierno ha vuelto a hacerlo. El PSC llevaba sin ganar las elecciones en Catalunya desde 2008. Ese año, con Carme Chacón al frente de aquel «si tú no vas, ellos vuelven», ideado por Pepe Zaragoza y, quién lo diría, Miquel Iceta, se hizo con 25 diputados en unas elecciones generales. En Catalunya, el presidente de la Generalitat era José Montilla que obtuvo 37 diputados en 2006, pero no ganó. Fue presidente por un acuerdo con ERC e Iniciativa per Catalunya, los predecesores de Podemos, criatura que no había nacido. Ahora tampoco las iba a ganar.

Las encuestas situaban a Miquel Iceta, el primer secretario del PSC, con un techo de 25 diputados. No era un buen resultado a pesar de que los socialistas aumentaban ocho escaños en el Parlament. O sea, el PSC podría participar en unas elecciones para optar a la tercera plaza. Y en eso, llegó Iván Redondo Bacaicoa, un vasco de San Sebastián con un planteamiento que sólo tenía una intención: romper el tablero político catalán para que el PSC llegara a las elecciones en predisposición de jugar la final, y llevarse un trofeo.

El 19 de noviembre, después de hablarlo y trabajarlo con el presidente del Gobierno, Redondo plantea a los afectados, Salvador Illa y Miquel Iceta, una propuesta. Seguro que les dio el fin de semana tanto al primer secretario del PSC como al entonces ministro de Sanidad. Redondo les planteó un golpe de efecto que se debería dar en el momento adecuado. Se fijó una fecha, el 30 de diciembre, cuando las elecciones estuvieran convocadas. Hasta ese momento silencio sepulcral para hacer buena la máxima de la comunicación política: los golpes de efecto deben tener un escrupuloso control de los tiempos.

La gestión del tiempo se hizo crucial. En el secreto, los dos afectados, el presidente y su jefe de gabinete, sin olvidar a su alter ego en La Moncloa, el director adjunto del jefe de gabinete del presidente Sánchez, Paco Salazar. Hasta horas antes del 30 de diciembre, el día que nace el «efecto Illa», el silencio fue sepulcral. Entonces fueron informados el secretario de organización del PSOE, José LuIs Ábalos, y la vicesecretaria general, Adriana Lastra. El movimiento cayó como un obús en la política catalana. Iceta, hombre de partido, daba un paso al lado sin despeinarse y Salvador Illa se ponía al frente de un PSC dispuesto a jugar la final y a llevarse un trofeo.

El relato estaba en marcha y Redondo buscaba la suerte, porque la suerte en la profesión no llega como el maná, hay que buscarla. Quizás, ese día, Salvador Sabrià, el secretario de organización de ERC, se mesó los cabellos. Fue raudo y veloz a romper las piernas a Miquel Iceta cuando el presidente Sánchez le ofreció la presidencia del Senado en la legislatura de abril del 19. Su actitud de negar el pan y la sal al PSC votando en el Parlament contra la designación de Iceta como senador autonómico, dejó sentado en la primera secretaria a su inquilino. En ERC, se las prometían felices. Habían desbaratado el plan de Sánchez y dejaban al PSC en el rincón de pensar. Nada más lejos de la realidad. Fue su gran error, un error que Redondo aprovechó un año y medio después. El primer éxito del movimiento de Redondo fue insuflar moral de victoria a la militancia socialista.

Personas como Pepe Zaragoza, hoy en la dirección del grupo parlamentario del PSOE, se pusieron las pilas como un militante más e hicieron piña alrededor de una frase que Redondo dice habitualmente sobre dos tipos de personas lo que «dejan que las cosas pasen» o los que «hacen que pasen cosas». Pedro Sánchez se presentó a las generales de noviembre con «haz que pase». Illa con «hagámoslo».

Muchas voces ponen en cuestión ahora la victoria de Illa. Que si el independentismo se ha fortalecido, que si la victoria es insuficiente, que si no hay posibilidad de un gobierno alternativo. Seguramente tienen razón, pero sin el efecto Illa la victoria independentista podría haber sido mayor, la victoria seria inexistente y la posibilidad de un gobierno alternativo, que haberla hay la, sería un imposible.

Dirán que es suerte. Lo dijeron con García Albiol en Badalona, con Basagoiti en Euskadi, con Monago en Extremadura y con Sánchez en España. Ahora, Illa en Cataluña. Todos eran candidatos desahuciados por los suyos. Todos ganaron. Seguramente a Redondo no le gusta ver que pasen cosas, sino hacer que las cosas pasen.