José Antonio Vera
Sin unidad no hay paraíso
Arrimadas dirá lo que quiera, pero el proyecto naranja está agotado. Más aún, diríase que semi-destruido. Sin grupo en el Senado, sin consejeros en Madrid, desplomado en Murcia, con un goteo de bajas que afectan a su representación en el Congreso, en numerosos ayuntamientos, con deserciones tan relevantes como la de Toni Cantó en Valencia. O la de Fran Hervías, mano derecha de Albert Rivera, que dicen las lenguas de varios filos que es quien está detrás de la «operación unión». O sea, en la sala de máquinas de este cambalache que consiste en hacer lo que otrora Albert no quiso pero ahora desea. Lo mismo que pide gente como Boadella y Girauta: una suma PP + Cs como en Navarra y el País Vasco. Que es lo que debió ocurrir también en Cataluña, pero que se fue al traste por el empeño de Arrimadas, una vez más, en estrellarse.
La lideresa naranja está demostrando tal grado de bisoñez que lleva inexorablemente a su partido hacia la nada. De fracaso en fracaso y con un Rivera moviendo los hilos desde su despacho en Martínez Echevarría, dicen que hablando, comiendo y cenando tanto con Casado como con García Egea.
Cierto es que la convergencia siempre estuvo ahí. Pero antes parecía cosa de negociar entre iguales, mientras que ahora tiene necesariamente que ser un movimiento de fichas en torno al PP. O bien una fusión por absorción, que tampoco es descartable. Pero sin unidad no hay paraíso.
Hombre, las encuestas son más que contundentes. La de ayer de LA RAZÓN deja a Ayuso al borde de gobernar con 55 escaños y casi un 40 por ciento de los votos. Aun así, necesitaría de Vox y Cs, aunque la representación naranja pende de un hilo.
El relevo de Aguado era completamente necesario. A Arrimadas le dijeron que debería ser ella la candidata. Pero no se atrevió y puso a un Edmundo Bal que, siendo un político serio y respetable, carece de tirón popular, al menos de momento. Si no consigue el 5 por 100 de los votos, se queda fuera de la Asamblea, y los 7 escaños que ahora aún le dan los sondeos pasarían a las alforjas de Díaz Ayuso, que estaría en disposición de gobernar casi sin dar entrada a Vox en su Ejecutivo.
Todo esto son cábalas, números. La realidad es que la «nueva política» de la que tanto hablaron Rivera e Iglesias, se está esfumando como consecuencia de los errores de sus líderes. El podemita por su soberbia y por ese lenguaje guerra-civilista que tanto asusta a muchos españoles. Albert Rivera por dos cosas de las que siempre se tendrá que arrepentir: uno) haber apoyado la moción de censura de Sánchez contra Rajoy; dos) no pactar con el PSOE cuando tuvo oportunidad de hacerlo, controlando con sus 56 escaños los destinos del país, como le pedía el Ibex-treintaycinco.
Rivera le dejó a Arrimadas como herencia un partido menguado, e Inés se ha encargado de rematarlo, haciendo lo contrario de lo que dijo: que no pactaría mociones con el PSOE en plena pandemia. La nueva-política ha demostrado que no es nada original, y repite uno tras otro los mismos errores que la política antigua: mercadeos, trapicheos, compra de voluntades, transfuguismo, nocturnidad y alevosía.
Ciudadanos ha sido muy desleal con Ayuso. Algo que se acaba pagando. El modelo de convivencia a futuro no puede ser ni el de la CAM ni el de Murcia. En todo caso, el del Ayuntamiento capitalino, con una suerte de alianza Almeida-Villacís que es tan robusta como la que mantienen en Andalucía Moreno Bonilla y Juan Marín.
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