Al portador

Fanáticos antinucleares y otros hipócritas peligrosos

Sánchez, al que le da lo mismo lo nuclear que lo no nuclear, vive atrapado entre los indepes y sus socios de Sumar, otros antinucleares furibundos y peligrosos

John Keats (1795-1821), uno de los grandes poetas ingleses del romanticismo, muy admirado por Borges (1899-1986), escribió que «los fanáticos crean un ensueño y lo convierten en el paraíso de su secta». La energía nuclear, las cosas claras, ha salvado el verano energético en España y ha sido la segunda más utilizada durante la canícula, por detrás de la fotovoltaica. Ha representado un 21% del total, frente al 14,6% del «gran apagón de mayo». Pedro Sánchez no quiere más sustos en este terreno y Red Eléctrica de España (REE) ha dejado de hacer experimentos en pos de la autosuficiencia renovable. El Gobierno, no obstante, mantiene su calendario de «apagón nuclear», a pesar de que cada vez hay mas voces y ejemplos en contra. Hasta once países de la Unión Europea tienen planes para triplicar su producción nuclear en el horizonte de 2050. Suecia, tras 40 años de parón, quiere instalar los nuevos «Reactores Modulares Pequeños» –SMR por sus siglas en inglés–, que fabrican Rolls Royce y Vernoba. En el Reino Unido, el premier Starmer anuncia inversiones multimillonarias. En un mundo de incertidumbres y turbulencias, la energía nuclear ofrece seguridades. Lo defiende, por ejemplo, el ex ministro socialista y ex presidente de REE, Jordi Sevilla. Argumenta que España debe mantener su actual producción nuclear, aunque no es necesaria aumentarla. Reclama que algunos deben olvidar «viejos prejuicios» y ser más prácticos. El Gobierno de Sánchez, por ahora, se mantiene entre el fanatismo y la hipocresía o ambas cosas a la vez. El fanatismo, representado durante años por la ex ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, furibunda antinuclear que, ahora, como vicepresidenta de la Unión Europea, apoya la energía nuclear en otros países, pero no en España. El poder y un cargo en Bruselas –lejos de todos los marrones que dejó aquí–, hacen milagros. La hipocresía, además de la de Ribera, alcanzará cotas inigualables si el Gobierno mantiene el calendario de cierre nuclear, pero aprueba una «singularidad nuclear» para Cataluña, como reclaman Junqueras y Puigdemont, mientras Salvador Illa no sabe qué cara poner. Es otra exigencia de los indepes –por muy de izquierdas y ecológicos que sean los de ERC–, conscientes de que el Principado no puede prescindir en ningún caso de la energía nuclear. Sánchez, al que le da lo mismo lo nuclear que lo no nuclear, vive atrapado entre los indepes y sus socios de Sumar, otros antinucleares furibundos y peligrosos. Todos, en definitiva, fanáticos que «crean un ensueño y lo convierten en el paraíso de su secta», como dijo el poeta Keats.