Jorge Vilches

Gabilondo es Sánchez

La campaña socialista es muy similar a la de noviembre de 2019: entre la promesa y el cumplimiento existe una gran diferencia porque necesita a Podemos

El candidato del PSOE en Madrid ha elegido hacer una campaña de presunto hombre moderado, del que no quiere asustar con el seguro plan de ingeniería social a un Madrid que está acostumbrado a ser libre. El motivo es que solo puede competir por el electorado de centro, el que deja Ciudadanos, porque a su izquierda tiene a Más Madrid y Podemos. Gabilondo sabe que ese votante desprecia el sanchismo; esto es, la negligencia en la gestión y la deriva totalitaria, sumada a la alianza con los que quieren romper el orden constitucional. Por esta razón se presenta como si fuera un socialista de antaño, de fiar, de los de Joaquín Leguina. Pero Gabilondo es Sánchez.

La campaña socialista es muy similar a la de noviembre de 2019: entre la promesa y el cumplimiento existe una gran diferencia porque necesita a Podemos. De ahí que Pedro Sánchez dijera entonces, como ahora Gabilondo, que no gobernaría con Iglesias cuando en realidad es imprescindible. Esto significa que toda la moderación del candidato del PSOE quedará en nada en cuanto se siente a negociar con Podemos. El programa de gobierno, si ganan, será muy similar al firmado por Sánchez e Iglesias: subida masiva de impuestos para hacer «justicia social», y fin de la libertad comercial, educativa y sanitaria.

Una vez fracasado el golpe institucional en las autonomías que Sánchez pactó con Arrimadas, la campaña va a ser durísima. No solo porque el sanchismo necesita meter en cintura a esta comunidad para contentar a los nacionalistas, sino porque sabe que la victoria de Ayuso será el principio de la resurrección del PP. Asustado, el sanchismo usará en la campaña todos los resortes del Estado y del Gobierno de España para condicionar el voto de los madrileños.

Sánchez empezó mintiendo al decir que la convocatoria electoral supondría que la comunidad perdería 600 millones de euros. La portavoz gubernamental dijo al tiempo que era una irresponsabilidad la cita en las urnas a pesar de que poco antes, el 14-F, se habían celebrado en Cataluña. Luego, vista la inutilidad de esta vía, decidieron que lo mejor era infundir dos tipos de miedos: al virus y al gobierno de la «ultraderecha».

El miedo a la covid-19 lo alimentan de dos formas: la sorprendente baja dotación de vacunas a Madrid y el absurdo decreto de uso de las mascarillas incluso en soledad. Ambas situaciones afectan al grueso del electorado del PP, que son los mayores de 55 años. La sensación de inseguridad puede retraer a la gente a la hora de acercarse a los colegios electorales. Si el Gobierno sanchista consigue asustar a esa población, aunque sea un porcentaje pequeño, la victoria de Gabilondo puede estar más cerca. Esto es especialmente eficaz si además esas personas no están acostumbradas a votar por correo, y el triunfalismo del votante del PP les exime del riesgo.

El otro miedo que el sanchismo intenta difundir es al gobierno de la «ultraderecha». Vuelve así a sacar la «foto de Colón». Este recurso ya lo utilizó Iván Redondo en 2019 para aglutinar el voto de la izquierda y no le salió bien. Entre abril y noviembre de ese año el PSOE perdió 680.000 votos y 3 escaños. Aquel fantasma solo sirvió para el deleite de la prensa de izquierdas. Ha llovido mucho desde aquel entonces, y la aportación de Vox a los gobiernos del PP en autonomías y municipios no ha supuesto el deterioro de la democracia.

Esconder el sanchismo y apelar al miedo son malos recursos electorales, y síntomas de que Gabilondo ha dejado de ser el hombre de consenso para desempeñar el cargo de Defensor del Pueblo.