Tomás Gómez

Descenso de barrancos

Casado ha sido el último en llegar al liderazgo, pero de los próximos resultados dependerá su futuro ante una Díaz Ayuso que ha revolucionado el mapa político nacional

En la política nacional los liderazgos son muy breves. Rosa Díez apenas duró un lustro, Albert Rivera lució expectativas durante algo menos de diez años y Pablo Iglesias lo ha sido casi todo en solo seis años. Todos destacaron muy rápido en sus propios partidos, pero han caído aún más aprisa.

Este fenómeno también parece haberse instalado en los partidos clásicos. Casado ha sido el último en llegar al liderazgo, pero de los próximos resultados dependerá su futuro ante una Díaz Ayuso que ha revolucionado el mapa político nacional sin moverse de la Puerta del Sol.

En Moncloa se han puesto muy nerviosos. Los equipos de asesores intuyen un cambio de ciclo que podría llevarse por delante a Sánchez.

Iván Redondo se ha convertido en el blanco de todos los disparos internos del PSOE. Pero, en realidad, el objetivo es Sánchez, el hartazgo sobre sus maneras sumado a la preocupación por el lastre que produce el gobierno en los votantes, ha abierto algo imprevisible hace un par de meses: el cuestionamiento del líder.

Lo que viene por delante es desesperanzador para el socialista. Iglesias capitalizaba el rechazo, el odio de los conservadores y de amplios sectores socialistas. Con su salida de la política, toda la crítica se va a centrar en Sánchez que, por otra parte, ha comprobado que no tenía un auténtico liderazgo social como lo tuvieron en su momento Felipe González o José Luis Rodríguez Zapatero.

De hecho, lo que le falta es eso mismo. La elecciones de 2019 las ganó el mal menor en ese momento y tiene pinta de que se votará con el mismo espíritu en las próximas.

Los indultos o las posibilidades de realizar una consulta independentista serán la guinda de un periodo marcado por el rechazo a todo lo demás. Sánchez llegó de casualidad por un acuerdo, a puerta cerrada, con los separatistas y saldrá de Moncloa como consecuencia de ello.

Pero no ha sido su único error, incluso la gestion que, medianamente ordenada, le hubiesen supuesto puntos electorales, como la campaña de vacunación, se han convertido en un coladero de votos.

Que la mayoría de los vacunados con una dosis de AstraZeneca desoiga la recomendación del gobierno solo se puede interpretar como una desconfianza absoluta en la autoridad sanitaria.

Además, la decisión de vacunar a los mayores de 60 años con la anglosueca, va a terminar en dejando a medias de vacunación a varios cientos de miles de españoles porque se van a agotar las dosis existentes y el abastecimiento no está asegurado.

En lo económico, los próximos dieciocho meses, subirán los impuestos, aumentará el paro y habrá tensiones inflacionistas que encarecerán el dinero.

Probablemente las alarmas monclovitas han empezado a detectar estas cosas. La reacción ha vuelto a ser un indicador de que algo va mal. La afirmación de Iván Redondo: “yo me tiro por el barranco por mi presidente. Voy a estar con él hasta el final”, es ilustrativa del desgaste. Sin embargo, los mercenarios solo se quedan si cobran.