Pedro Sánchez

Sánchez nos pone

Digo mal llamada gira, y digo requetebién, porque en puridad es el viaje que todos queríamos hacer desde niños. Un sueño que el marido de Begoña Gómez ha hecho realidad con el parné de todos

No sé por qué, o más bien sí, estos días me ha venido recurrentemente a la memoria esa memorable escena de Marilyn Monroe cantando «¡Happy birthday, mister president!» a Kennedy con voz cuasiorgásmica. Un pasaje para la historia que permitió salir de dudas a los que aún negaban el flirt entre el primer presidente católico estadounidense y la actriz más famosa de la época. El baboseo de los medios de izquierdas y muchos de derechas con esa mal llamada gira estadounidense de Pedro Sánchez produce aún más sonrojo que la felicitación a JFK. Digo mal llamada gira, y digo requetebién, porque en puridad es el viaje que todos queríamos hacer desde niños. Un sueño que el marido de Begoña Gómez ha hecho realidad con el parné de todos: Hollywood, Nueva York y la meca de las nuevas tecnologías en la conurbación de San Francisco. Dinero público puesto al servicio de un presidente que dudo muy mucho se traiga de vuelta un mísero dólar de inversión. Ojalá me equivoque. Peor aún que este nuevo acto de despilfarro con cargo al contribuyente, es certificar que la propaganda payasesca de Moncloa no murió con Redondete. Permanece. Vaya si permanece. Para ocultar el gatillazo por todo lo alto que constituye una visita oficial en la que no le recibirá ni su íntimo Biden ni nadie de la Administración demócrata, medios y periodistas de cámara sanchistas, con Pedro J. Ramírez de entusiasta cheerleader, han optado por ensalzar los supuestos elogios que el pájaro ha recibido por su físico. Loas babosescas que provocarían vergüenza ajena a ese Stalin que simboliza el nivel dios del culto a la personalidad, a un Mao cuyos súbditos lo catalogaban como «el nadador más rápido del mundo», al Trujillo del «Dios en el cielo, Leónidas en la tierra» e incluso al mismísimo Kim Jong-un, al que sus acojonados compatriotas califican como el «más listo, guapo y alto» de los 25 millones de norcoreanos. El colmo de la vergüenza ajena corresponde a la cadena Ser, que abría su web con una frase insuperable: «'Se parece a Superman’: Pedro Sánchez impacta en Estados Unidos por su físico en una entrevista televisiva». Sencillamente vomitivo. Por el título en sí, porque en Estados Unidos el 99% de la población no tiene pajolera idea de quién es nuestro presidente, porque el programa, Morning Joe, no figura entre los 20 más vistos del país y porque la cadena MSNBC es un microbio al lado de la ABC, la CBS, la NBC, la CNN y no digamos la Fox. En lugar de hablar de un fracaso comparable a la cumbre bilateral de 29 segundos y de la enésima malversación de caudales públicos, los periodistas de cámara han parafraseado entusiásticamente comentarios minoritarios: «Es muy sexy y muy inteligente», «es un hombre precioso», es «hot president [el presidente caliente]» o «es maravillosamente guapo». El colmo de la gilipollez y el paletismo llegó con un tuit de seis palabras, seguramente escrito por algún troll monclovita: «Es la versión española de Kennedy». El chusco montaje se desmoronó cual castillo de naipes cuando contemplamos una de las fotos remitidas por la Secretaría de Estado de Comunicación, en la cual se ve a una tatuadísima yanquí comerle literalmente el cuello a nuestro JFK. En fin, que Sánchez pone a los yanquis en particular y al universo en general. Qué nivel. Poco nos pasa.