Precio de la luz

Futuro

Hace décadas daba la impresión de que, llegados a estas alturas del siglo XXI, el problema más importante que tendríamos sería «la velocidad de la luz». No «el recibo de la luz»

Como tantos millones de esclavos contemporáneos, yo también albergo sospechas respecto a cobrar mi roñosa pensión de autónoma cuando alcance la edad de jubilación obligatoria, que quizás se establezca en los 89 años. Y, si la cobro, será una miseria que no me dará ni para pagar la luz. Para entonces, además, la luz será impagable, se convertirá en un artículo de lujo, como los yates, si continúa su precio alcista imparable, y el nulo control que tenemos los usuarios sobre el supuesto consumo y la factura (ininteligible, aunque seas una ingeniera políglota). La luz ya solo pueden pagarla hoy día los ricos y los pobres. Y los okupas «enganchados» y protegidos por la ley, claro. Los ricos porque tienen divisas y hasta bitcoins. Los otros porque están exentos, o poseen patentes de corso eléctrico. En la universidad ya aprendí que más valía irse preparando: «Ninguno de ustedes cobrará pensión cuando se jubile», solía decir uno de mis profesores, muy lúcido, que no hizo carrera –ni en la universidad ni en la intelectualidad patria– porque tan solo era inteligente, realista y sabio, no un chupacalcetas, cualidad ésta imprescindible para escalar en la prosperidad, pues la vida posmoderna tiene cifosis y hace falta ser un alpinista (lo que antes se llamaba de forma menos políticamente correcta, sencillamente, «un trepa») para superar esas mareantes elevaciones de la existencia, obstáculos que solo se pueden vencer con la ayuda linkera del amiguetismo españolito… Pero, en fin, que otra ola de calor nos ha asfixiado mientras el coste del recibo de la luz (y del carburante…, de la energía en general) alcanza precios indecentes, y una hace memoria histórica y piensa en otro tiempo, hace décadas, cuando se vivía la ilusión de un futuro promisorio en que la tecnología prometía liberar a los humanos de sus desdichas más habituales. El planeta soñaba con viajes espaciales, las series de televisión contaban aventuras interestelares, y daba la impresión de que, llegados a estas alturas del siglo XXI, el problema más importante que tendríamos sería «la velocidad de la luz». No «el recibo de la luz». (Pero mira tú).