Segunda Guerra Mundial
El último vuelo
Antes de ser derribado, la vida de Leo Hendrikx, ya era de película
Leo Hendrikx, de 97 años, ha sobrevolado el lugar donde volvió a nacer. En la Segunda Guerra Mundial, este piloto de Spitfire, el avión militar más puntero de la Real Fuerza Aérea Británica, fue derribado en su tierra natal, en Países Bajos.
Antes de los disparos desde el molino de Warkense, en Warnsveld, la vida de Hendrikx ya era de película. Quiso cumplir su sueño adolescente: ser piloto en Inglaterra y luchar contra los nazis que habían tomado su país. Por eso, Hendrikx huyó de Hoorn, al norte de Holanda. Dejó una carta a sus padres y ataviado con un chándal, zapatillas y su bici, pasó por Bélgica, Francia, Suiza, España, Trinidad, Venezuela, Estados Unidos y Canadá, para acabar su periplo a Londres en 1943. Allí logró ser seleccionado como posible piloto y recibió entrenamiento. En abril del 44 se graduó y le dieron oficialmente «sus alas».
Al año siguiente, durante una misión en su país, sintió un fuerte golpe en su Spitfire. Comenzó a perder potencia. El timón no funcionaba, así que se apretó los cinturones antes de estrellarse contra el suelo. Más que dolor, sintió una abrumadora sensación de fracaso tras tantos años de esfuerzo. Pero estaba gravemente herido y la aeronave, en llamas. Una familia de una granja cercana lo atendió hasta que fue capturado por los nazis. Tuvo suerte. En apenas un mes, en mayo del 45, los alemanes se rindieron. Hendrikx, que por aquel entonces tenía 20 años, se recuperó para después unirse a la Fuerza Aérea Holandesa. Ya en el 55 se licenció en Economía Agrícola y entró en la empresa cervecera Heineken, donde tuvo una prolífica carrera.
Gracias a Ralph Aarts, otro piloto, esta semana ambos han montado en el histórico caza. Han realizado un emotivo vuelo con el que el nonagenario ha rememorado su juventud y este punto de inflexión en su vida. «Ese lugar le impresionó. Cuando lo sobrevolamos, estaba en completo silencio. Solo escuchamos el rugido del motor», indicó Aarts a NOS. Para Hendrikx fue un día inolvidable. Volvió a surcar los cielos, escoltado por dos F-16 que lo homenajearon durante el vuelo. Y abajo, sus compañeros de residencia colocaron las letras de «LEO». Bien grandes, para que las pudiera observar a bordo de su admirado Spitfire.
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