Papa Francisco
No entendemos al Papa peronista
La aceptación del revisionismo histórico es una cobardía moral e intelectual
Como católico siento mucho que no seamos capaces de interpretar lo que dice el Papa Francisco. Los únicos que lo consiguen son aquellos que no sienten ninguna simpatía por la Iglesia. Ahora resulta que no entendemos la grandeza de un Papa peronista que cuestiona la extraordinaria labor evangelizadora realizada por España. No me sorprende la reacción de los arzobispos y obispos españoles que se han acostumbrado a ser contemporizadores con el poder y más aún cuando el sucesor de Pedro comete errores. Si han mantenido un silencio cómplice con el menosprecio que ha significado que no haya visitado nuestro país, no tengo por qué sorprenderme que hayan arremetido contra los que critican la ligereza del Papa, aunque aseguran que es lo que han hecho otros pontífices. Ni siquiera una figura tan deslumbrante y extraordinaria como Santa Teresa le impulsó a visitar nuestro país. Durante su Pontificado ha hecho gestos contradictorios del más rancio populismo para complacer a la izquierda política y mediática. No soy capaz de entender el origen de esa inspiración que le conduce a mostrarse tan desabrido con un país que tanto ha hecho por la Iglesia y la evangelización en el mundo.
La Conferencia Episcopal está en su derecho a la hora de criticar a los políticos y defender lo indefendible. Lo que no entiende es que la sumisión tiene que ser con Dios nunca con simples mortales. La aceptación del revisionismo histórico es una cobardía moral e intelectual. No es la Iglesia primigenia que se alzó orgullosa para defender la fe y la verdad frente a las persecuciones de algunos emperadores romanos. No es la misma que se enfrentó al comunismo o al nazismo. Los católicos sufrieron una brutal persecución durante la Revolución Francesa y alrededor de 300.000 inocentes fueron asesinados en la Guerra de la Vendée. Los católicos han sufrido persecuciones terribles organizadas desde el poder y es verdad que algunos se sometieron. Carlos Mauricio de Talleyrand-Perigord, obispo de Autun, fue un réprobo que dio la espalda a su fe mientras otros la defendieron. Tras el Terror, acabaron las persecuciones a los católicos, pero no a la Iglesia. No hay más que recordar lo que hizo Napoleón. Es una lástima que el Pontífice tenga lagunas enormes sobre la Historia de la Iglesia que dirige con tan poco acierto.
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