Reforma laboral
El «papelón» laboral
Si Yolanda Díaz persiste en la palabra derogación como bandera, tal vez no quede otra más que los tambores electorales en la próxima primavera
Me lo apuntaba con tono de resignación un veterano diputado socialista esta misma semana, se hace extremadamente difícil soplar y sorber a la vez dentro de un mismo gobierno o lo que es igual, que una cara de ese ejecutivo busque desesperadamente recorrido hasta el final de legislatura espantando dudas entre quienes desde fuera se supone que van a regar con millones de euros la ayuda a la recuperación, mientras que a la otra cara parece importarle un bledo nada que no se corresponda con su propia recuperación en términos estrictamente partidistas. El órdago –perfectamente entendible desde un punto de vista estratégico– de la vicepresidenta y candidata in pectore del conglomerado a la izquierda del PSOE, Yolanda Díaz, a propósito del «no es no» a todo lo que no se corresponda con una total derogación de la reforma laboral que, dicho sea de paso ha creado millones de empleos, además de difícilmente sostenible por el socio mayoritario del Gobierno con su presidente a la cabeza, supone todo un aldabonazo con innegable tufo electoral en plena negociación multilateral para sacar adelante los presupuestos y obtener el plácet del siempre vigilante ojo europeo.
El «papelón» de Sánchez además de nada menor pasa por ser casi inédito para una actuación política acostumbrada a acabar haciendo justo lo contrario de lo que se ha prometido sin prácticamente sufrir desgaste, ni en el apoyo de los socios parlamentarios, ni entre una amnésica ciudadanía. Ahora toca elegir, de un lado entre lo que exige la lógica y la indicación europea muy pendiente de que no se acabe ninguneando a la vicepresidenta Calviño y de otro, ante la obstinación de quien solo puede ofrecer a su feligresía el cumplimiento de una promesa capital como es la derogación –palabra maldita para un PSOE que aquí tiene ya perdida la batalla por el relato– de la reforma laboral. Lo peor además para el presidente es que difícilmente puede escabullirse esta vez en medias tintas teniendo en cuenta las urgencias representadas en sus dos vicepresidentas. Valga como botón de muestra la obstinación de los entornos de Moncloa por restar transcendencia a algo que ya contaría con el acuerdo gobierno-sindicatos, tal vez olvidando que, en este caso y a diferencia de otros como la subida del salario mínimo, el acuerdo con los empresarios es tan vital como que se circunscribe a quienes realmente crean empleo…y Europa lo sabe. Si Yolanda Díaz persiste en la palabra derogación como bandera, tal vez no quede otra más que los tambores electorales en la próxima primavera. Más de un año con la lideresa emergente en la oposición es un riesgo que Ferraz y Moncloa no se podrían permitir.
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