Tribunales

Valtonyc

Diez millones de congoleños murieron en aquellos años, como para que Valtonyc cante «Somos los conguitos» en Bruselas

Mark Zuckerberg, el tipo de Facebook, nos anuncia que la nueva era será la del metaverso, vivir en una realidad paralela, que es donde ya asentamos el trasero. España es Matrix con el verde menos encendido. Las redes se llenaron ayer de apoyo a Valtonyc y en contra de la Justicia de aquí, como si los togados de Gante, aparte de pasarse por su crema de la intelectualidad a los colegas españoles, no mandaran a nadie a la cárcel. La Justicia paralela belga, al final tendrán razón los franceses, pobre Tintín, se une al dictamen paralelo de los que no entran ni a leer la sentencia.

Cantar lo que a cada uno le salga del sobaco no debería estar penado con prisión, eso sí, todo lo que a cada uno le salga del sobaco, no vale admitir loas terroristas e injurias al Rey y luego censurar coplillas contra el matriarcado de Irene Montero u otros puntos del temario ofendidito, la ingesta de carne, por ejemplo, que es lo que queremos hacer los hombres a todas horas, a decir del ilustre ministro de Consumo a «The Guardian». Comer carne es un asunto machista, tanto que acabaremos trinchando el pavo con un «Sí es sí» antes de que se consume la tropelía de comérselo. Ahora, quizá, vayan entendiendo lo de Matrix.

Pero no es eso, no es eso, que nos vamos. Bélgica trata sin pudor a España como si en realidad (paralela) fuera Francolandia, y eso se lo tienen que hacer mirar como un examen de próstata, metiendo los dedos hasta el corazón de la Historia reciente. Un día España fue Franco, de la misma manera que otro Bélgica fue Leopoldo II, el genocida del Congo y el guardián del corazón de las tinieblas hasta 1908, apenas treinta años antes de que Franco fuera Caudillo. Y aún así Bélgica sigue siendo una Monarquía, un poco cursi, de acuerdo. Diez millones de congoleños murieron en aquellos años, como para que Valtonyc cante «Somos los conguitos» en Bruselas, ni siquiera la antigua canción del Cola-Cao. Que los cimientos de la patria chica de Puigdemont tienen, como todos, cadáveres en el cemento.