Opinión

Tambores de guerra

No es descabellado pensar que pudiera producirse una guerra convencional –sin armas nucleares– entre Rusia y la OTAN, dada la creciente tensión concentrada en la zona de Ucrania oriental fronteriza con Rusia. La causa última que justifica esta idea radica en la conjunción de dos factores: por una parte, una Rusia mutilada y resentida añorando su pasado imperial como URSS, con la depresión general subsiguiente provocada por la implosión de la Unión Soviética en 1991. Ésta hizo emerger –y aquí reside la segunda razón– doce nuevas repúblicas independientes de las quince que constituían la URSS, garantizándose por los EEUU y los aliados que la OTAN no se extendería hacia sus fronteras, incorporándolas a la Alianza.

Lo cierto es que ese compromiso ha sido incumplido por Occidente al haberse adherido ya las tres repúblicas bálticas –Lituania, Letonia y Estonia– además de casi todos los países fronterizos a los que se les aplicaba la «Doctrina Brezhnev» o de la «soberanía limitada», lo que provocó intervenciones del Pacto de Varsovia en la RDA (1953), Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) para sofocar movimientos democratizadores que les alejaban de la órbita de Moscú. Hoy casi todos esos países se han ido incorporando a la OTAN: Polonia, la antigua RDA (la Alemania oriental comunista), Hungría, Eslovaquia, Albania, etc. Pero el detonante del conflicto ha sido el intento de la OTAN de extenderse hasta la misma Ucrania, que para Rusia supone algo parecido a lo que Castilla es para España, provocando la reacción de Moscú. Su respuesta ha sido la anexión de Crimea y ahora de la región del Dombás, aunque aún no ha terminado.

Putin ha advertido claramente que no tolerará que sus fronteras estén amenazadas por misiles de la Alianza, y pone el ejemplo de si EEUU aceptaría que eso sucediera en sus fronteras con Canadá o México. La Historia ya respondió con la Crisis de los misiles en Cuba, que puso a las dos superpotencias al borde de una guerra nuclear en 1962, evitada al límite por Kennedy y Jrushchov. La impidió el pacto secreto para la retirada simultánea de los misiles soviéticos de Cuba y los que la OTAN tenía en Turquía apuntando «a sus riñones», con la garantía de que no habría otro intento de repetir el fracasado proyecto de invasión de Bahía de Cochinos.

Transcurridos 60 años de aquella crisis, se han cambiado las tornas, siendo Rusia la que se siente amenazada. Entonces se elaboró la hipótesis de «un error de cálculo» que podría desencadenar una guerra no deseada por ninguna de las partes. Y no hay que subestimar que se produzca ahora.