Opinión

Cordones sanitarios en España y Francia

La coincidencia de la investidura de Mañueco como presidente del Gobierno de coalición del PP con Vox en Castilla y León, con la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, ha sido ocasión para que toda la izquierda en España salga a interpretar a coro la consigna sanchista para criticar que el PP pacte con la «ultraderecha», a diferencia del «pacto republicano» contra Le Pen, establecido en nuestro vecino galo.

Los socialistas son expertos en esos cordones sanitarios en la política española, ya que los introdujo el PSC con el infausto Pacto del Tinell de 2003 que ahormó el Tripartito –PSC, ERC e Ic– presidido por Pasqual Maragall. En aquel momento el PP gobernaba en España con mayoría absoluta, y los firmantes se comprometieron a no permitir «ni por acción ni por omisión» ningún gobierno del PP en ninguna institución de cualquiera de las administraciones territoriales; es decir, ayuntamientos, diputaciones, entes insulares o comunidades autónomas. Al parecer, en aquel momento la «ultraderecha» era el PP, al que se le aplicó un cordón sanitario a todos los niveles como vemos. Así que no hay nada nuevo bajo el sol: la izquierda tiene un peculiar concepto de la democracia, que significa proscribir las ideas o los votos que puedan poner en riesgo su acceso y disfrute del poder.

Los frutos del original Pacto del Tinell los tenemos ahora en Cataluña y toda España con el procés nacido del nuevo Estatut que sin demanda social y política alguna estableció aquel Govern del Tinell. El cordón sanitario en su versión francesa es «el pacto republicano», que pretende hacer lo propio con la «ultraderecha» para evitar su acceso a la presidencia de la República. Lo que sucede ahora es que sus promotores, que históricamente han sido el centro derecha y los socialistas, han sido liquidados por los franceses, que han votado al novel candidato Zemmour –también «ultraderechista»– con más votos que a esos dos históricos partidos juntos, ahora sumidos en la irrelevancia política y electoral.

En España, esa sumisión política e ideológica a lo que ordene la izquierda, se traduce en inocular complejos y prejuicios, como ha afirmado Mañueco en el debate de su investidura al afirmar que han pactado con Vox «sin complejos ni prejuicios», y que se juzgue a su gobierno por sus hechos. Lo que resulta esperpéntico es que se atreva a proponer cordones de exclusión política en España quien –como es el caso de Sánchez– ha pactado y gobierna en Navarra, Cataluña y a nivel nacional con partidos como Bildu, ERC y los comunistas de Podemos. En efecto, solo desde el complejo es posible dicha sumisión.