Ceuta

Dos ciudades muy españolas

La reivindicación sobre Ceuta y Melilla habría estado a esa altura, pero una dinastía dispone de más tiempo y paciencia que los gobiernos y los partidos rehenes de la demoscopia

La vista oficial del presidente del Gobierno a Marruecos la pasada semana ha venido a poner punto final a una crisis –la más profunda entre ambos países desde la marcha verde y Perejil– que hoy habría cumplido un año y cuya salida ha querido llegar de la mano de ese giro en la postura española frente al Sáhara Occidental, que alguna autorizadísima fuente de nuestra diplomacia venía a calificarme como «patada al avispero» para acabar con la «fofa neutralidad» en un movimiento que la posteridad agradecerá a Pedro Sánchez –insistía esta fuente– a pesar de la incomprensión y falta de apoyo momentánea entre las distintas fuerzas políticas, incluida una parte del PSOE, por no hablar del más que mejorable manejo de los tiempos por parte de la diplomacia de Mohamed VI arrogándose la confirmación del fin de crisis, comunicando a los cuatro vientos el cambio de postura español y presidiendo toda la escenografía de las formas.

Hasta ahí cada cual objetará o no lo que crea más conveniente, pero es sobre otra eterna cuestión bilateral entre tan distintos vecinos socios preferentes a la vez de Estados Unidos, donde continúa sin despejarse la incertidumbre, no siendo otra que la ausencia por parte del régimen alahuí de compromiso alguno por renunciar a su aspiración territorial sobre unas plazas de Ceuta y Melilla que nunca fueron marroquíes. En este punto conviene recordar que los tiempos entre la política de una democracia europea como la española marcada por decisiones que pueden fluctuar cada cuatro años son muy distintos a los de una dinastía para la que el tiempo sencillamente corre de otra forma y que no tiene ninguna prisa ni urgencia en ver reflejados determinados compromisos en negro sobre blanco. Tal vez por ello, mientras desde nuestro gobierno actual –como todos los anteriores– se insiste en que no hay caso, la página web del ejecutivo marroquí mantiene su mapa de soberanía incluyendo las dos plazas españolas. El gesto del Gobierno sobre el Sáhara muy en clave también de agradar al «tío Sam» bien valdría algo más que un alivio frente al chantaje recurrente de Marruecos en cuestiones como el manejo de la llave en la inmigración. La renuncia a la reivindicación sobre Ceuta y Melilla habría estado a esa altura, pero una dinastía dispone de más tiempo y paciencia que los gobiernos y los partidos rehenes de la demoscopia. Eso por escrito ni lo vemos, ni lo vamos a ver.