Opinión

El coro rociero del ‘Titanic’

¿No se le está poniendo a Sánchez cara de José Luis Rodríguez Zapatero?

Notas del 29 de abril, la vicepresidenta económica Nadia Calviño y la ministra de Hacienda María Jesús Montero -”Yo tengo unos palillos con cinta color y son de granaíllo, riá-riá-pitá”- han presentado el cuadro macroeconómico, y menudo cuadro. España crecerá un 4,3% donde iba a crecer un siete, así que se ha esfumado la mitad del crecimiento en un año. Para recuperar la economía habrá que esperar a 2025, pero si se fija uno en la línea del tiempo de la Tierra, tres años equivalen a un rato.

Nos vino la pandemia y nos afectó económicamente más que a los demás. Ahora nos vino la guerra, que también nos afecta más que a los demás. Sánchez dice que nos pasa lo que a todo el mundo, pero lo que les sucede a todos, nos toca como a nadie.

Hasta ayer, el Gobierno venía a explicar que no había inflación si se obviaba la subida de los precios de la energía y no subía la luz si se le restaba la inflación. En realidad, todo el mundo sabía el viaje que nos estábamos dando. Hasta mi perro la otra semana cuando lo sacaba a la calle antes de dormir, se giró, me miró y me dijo: “Oye, ¿no crees que habría que rebajar las expectativas del cuadro macro? ¿Y no te parece que a Sánchez se le está poniendo cara de José Luis Rodríguez Zapatero?” Mi perro tampoco entiende porqué se les llama previsiones económicas si en realidad son las últimas en constatar lo evidente.

Si de algo tratan las previsiones es de prever lo que va a suceder, y no esto en lo que durante meses se ha previsto lo que todo el mundo sabía que no iba a pasar. La gracia hubiera sido avisar: “Eh, preparaos que viene un mogollón bueno”, pero nos prometían que hoy comeríamos ambrosía, y andaríamos saltando de cabeza a una piscina de pasta llegada de Europa. Ya seríamos un país más transversal, más resiliente, más justo y más guapo. La cosa es que va mi Españita como geisha por arrozal, pero no se puede decir pues entre las virtudes del sanchismo -oh, coro rociero del ‘Titanic’- está la de ser un ejercicio de optimismo perfecto que consiste tocar las castañuelas -’ria-riá-pitá', mientras el mundo se hunde.