Política

La desesperación de la izquierda

«El nerviosismo gubernamental y de sus aliados parlamentarios y mediáticos se puede constatar con las agresiones y excesos verbales»

La izquierda política y mediática está muy desesperada. No puede soportar que el centro derecha tenga la victoria electoral a la vuelta de la esquina. Esta actitud es una consecuencia de esa infundada superioridad que sienten hacia todos aquellos que no piensan como ellos. El escenario de descomposición que se vive en el Congreso refleja fielmente el difícil momento que sufre Sánchez por culpa de unos socios tan desagradecidos como desleales. Desde la apabullante derrota en Madrid, todo le sale mal a la coalición socialista comunista. Tras la debacle provocada por la contundente victoria de Ayuso, se reaccionó con una remodelación gubernamental que fue manifiestamente mejorable. El presidente se debería preguntar por qué el consejo de ministros está lleno de ilustres desconocidos. La previsión de aprovechar los fondos europeos para lograr una intensa recuperación económica ha quedado en nada gracias a la inflación, el exceso de deuda pública, el paro y la crisis energética. Es verdad que todo forma un paquete agravado por la guerra de Ucrania, pero es bueno desglosarlo. A pesar de la euforia consumista, algo que siempre es de agradecer cuando se hace con prudencia, la economía sigue instalada en sus problemas estructurales. El horizonte es muy incierto.

La decisión de la UE de rebajar las exigencias de déficit público es tan comprensible como inquietante. No hay nada más letal que permitir que la izquierda pueda actuar irresponsablemente en materia de gasto por motivos electorales. El nerviosismo gubernamental y de sus aliados parlamentarios y mediáticos se puede constatar con las agresiones y excesos verbales. Es cierto que el centro derecha es cobardón. Lo lógico sería reaccionar, porque no puede ser que el partido de los GAL, los ERES, los fondos reservados, los maletines y el despilfarro esté todo el día dando la murga con los escándalos de Gürtel y Kitchen. Es bueno recordar que quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Por supuesto, los seguidores de Iglesias, adalides de los regímenes totalitarios y dispuestos a destruir España, deberían ser más prudentes. Es impresentable que la vida parlamentaria se haya convertido en una permanente pelea que resulta más propia de las tabernas de los barrios bajos, como vemos en las películas de serie B, que de la sede de la soberanía nacional.