Belén Esteban
Si vuelve Belén Esteban nada malo puede suceder
Es la sombra del pueblo, la clase media y trabajadora que dice Pedro Sánchez, como si hubiera una clase media no trabajadora, no sé, una clase media rentista, digo para apuntarme
Cuando la otra noche vi a Belén Esteban en televisión sentí la calma esdrújula de un maestro zen. Espero que tomen nota de este principio pues supone el final. Llevaba meses cruzando cordilleras imposibles, a punto de tirar la toalla de tan calamitoso como se ponía el ambiente. Y de pronto, regresa Belén, con unas muletas normales, a mostrarse tal que una mortal con ganas de pasar, como siempre, las vacaciones en Benidorm. Belén Esteban es la sombra del pueblo, la clase media y trabajadora que dice Pedro Sánchez, como si hubiera una clase media no trabajadora, no sé, una clase media rentista, digo para apuntarme. Belén nos hace regresar del mundo de Oz, en el que esperamos que el mago sea real de una puñetera vez, que es lo que anhelan Victoria Federica y Froilán, tan ideales, pero tan ajenos al mundo de verdad. Si yo fuera sobrino del rey cabalgaría sin descanso, como estos dos ideales mequetrefes, para que me retratase Velázquez. Adoro a Victoria Federica porque su reino no es de este mundo, que es lo que nos gustaría a todos, que el reino quede lejos de la máquina de fichar. Pero no. Lo siento, queridos, un día os daréis cuenta de que por muchos regalos que os haga Don Juan Carlos, no sois más que la garrapiñada de la feria; ni siquiera alcanzáis aun a ser la mujer barbuda. Todo se andará. Es cuestión de proponérselo.
Esta semana tan aciaga en la que Europa nos anuncia el futuro de cortes de gas y subidas de tipos de interés me he saltado la dieta como si no hubiera un mañana para luego sentir el arrepentimiento sin el que este mundo no funcionaría. Desde todos los estamentos quieren hacernos culpables por poner el aire acondicionado, llenar el depósito de gasolina, por hacer lo que antes era un rasgo de personas triunfadoras y hoy son ejemplos de decadencia. Entiendo que me tendría que dar vergüenza ir a la gasolinera. Pero no saben lo bien que me lo paso contrastando precios. Soy un ente fabricado para el consumo al que ahora cortocircuitan. Comprar en El Corte Inglés supone un clímax semanal del que me quieren privar.
Me aferro a Belén porque no ha cambiado, sigue siendo una voz del «ancien régime» del que provengo por más que quisiera pertenecer a la post vanguardia. Nunca la había sentido tan cercana, tan de verdad, no como antes, que era una parodia de la realidad. Ahora es la auténtica princesa del pueblo (los reyes oficiales se apegan a la versión oficial) y pienso que solo una palabra suya bastará para salvarme. Por favor.
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