PSOE

Los «amigos» del rey de Ruritania

Es una lástima que los caídos del sanchismo no hubieran conocido a Rudolf, porque hubieran entendido que un presidente del Gobierno ni puede ni debe tener amigos

En cierta ocasión, el rey de Ruritania me comentaba que «claro que tengo amigos, pero mis amigos tienen que entender que soy un amigo diferente». Es una frase que siempre me ha resultado muy clarificadora de las relaciones que podemos tener con los poderosos. Es una máxima que sirve en numerosas circunstancias y especialmente en la política. El rey Rudolf es una persona muy sensata y un estadista brillante, lo que explica el amor que despierta en su pueblo en estos tiempos tan convulsos. No solo en España tenemos problemas, al igual que en una buena parte de los países de la Unión Europea, le toca lidiar, también, con grupos radicales de izquierda y populistas, así como con independentistas que perturban la paz de ese bello país. Es una lástima que los caídos del sanchismo no hubieran conocido a Rudolf, porque hubieran entendido que un presidente del Gobierno ni puede ni debe tener amigos. Y esta regla se cumple en mayor medida cuando no entienden que no se puede ir de colegas por la vida. Hasta la llegada de este periodo de incertidumbre, en Ruritania sucedía lo mismo que en España. Los políticos eran servidores públicos poco apegados a los cargos. Este servicio era de por sí un gran honor.

No importaba que fueran republicanos o monárquicos, porque ante todo eran ruritanos. Eran leales a la Constitución y mantenían a raya al independentismo. Esto era muy pernicioso en un país de la Europa central germánica que logró su unión y cohesión al finalizar la Edad Media y que sufre a algunos políticos que sólo se mueven por sus intereses personales y territoriales. Han pasado de políticos que cuando finalizaba su periodo de servicio público regresaban a sus profesiones a otros, afortunadamente no todos, que sólo están preocupados de vivir de los cargos. Tras esta digresión sobre Ruritania, regreso a nuestro país. Sánchez consiguió recuperar la secretaría general del PSOE con la ayuda de algunos fieles que no tuvieron presente la máxima de Rudolf. Al final, ha tenido que prescindir de ellos y ha acertado. En otros aspectos no puedo decir lo mismo. La política no es una cuestión de amigos o colegas. Lo ideal sería que pudiera prescindir del lastre de Podemos, los independentistas y los bilduetarras, pero la aritmética parlamentaria no se lo permite.