Política

Canela fina | Los dos Franciscos

«Largo Caballero propugnó una dictadura estalinista como solución a los males de la España de los años 30»

Salvador de Madariaga encarnó el prestigio intelectual, el equilibrio político, la moderación social. Durante una larga conversación en Oxford me dijo: «Abandoné España en 1936 porque no quería vivir bajo una dictadura y nuestra nación estaba abocada a la dictadura del proletariado, es decir, el comunismo, o a la dictadura de la clase media, el fascismo. Los dos Franciscos –Francisco Largo Caballero y Francisco Franco– significaban la victoria de una u otra dictadura».

Salvador de Madariaga regresó a España cuando se estableció la Monarquía de todos. Era republicano, pero, antes que nada, liberal. Y la Monarquía que encarnó Juan Carlos I, y que había defendido desde el exilio su padre Juan III, garantizaba al gran escritor la libertad. Regresó a España, ganó el Cavia e ingresó en la Real Academia Española.

He recordado muchas veces aquella conversación con uno de los intelectuales que entendieron profundamente el ser de España. Me encuentro ahora con la noticia de que Sánchez ha concedido 200.000 euros para financiar una exposición en recuerdo y elogio de Francisco Largo Caballero, el admirador de Stalin, el agente del estalinismo en España, el hombre que en declaraciones inequívocas propugnó la guerra civil en nuestro país, la revolución comunista y la dictadura del proletariado. Su fanatismo estalinista alcanzó tales dimensiones que hasta el dictador ruso le pidió por escrito que actuara con mayor «moderación». Sánchez dedica el dinero de todos los españoles a la exaltación del hombre que afirmó: «El socialismo exige ahora una dictadura proletaria. Antes de cinco años España será soviética». Y en el diario La Prensa, 21 febrero 1936, declaró: «Habrá soviet en España en cuanto caiga Azaña».

Goya pintó las dos Españas peleándose a garrotazos. La Constitución de 1978, la sagacidad política de Torcuato Fernández-Miranda y la moderación del pueblo español alcanzaron, con la Carta Magna, la concordia y la conciliación entre los españoles. Juan Carlos I encarnó su espíritu en la Monarquía parlamentaria, en la Monarquía de todos. Sánchez ha conseguido en solo cuatro años devolvernos a las dos Españas que, si no se pone remedio a tiempo, helarán el corazón de los españoles sobre los escombros de la Transición, a la que el sanchismo llama el «régimen del 78», ajenas ya las nuevas generaciones a lo que aquella operación política consiguió: la concordia y la conciliación entre los españoles.