Inflación

Inflación, desempleo, deuda y déficit

«El déficit público es un lastre. A lo que hay que añadir que más de quince millones de personas cobran de los Presupuestos»

Los jinetes del Apocalipsis de la economía española nos conducen a una crisis llena de incertidumbres. Es verdad que es algo que las caracteriza, pero en esta ocasión somos más frágiles. Desde 2008 hemos sufrido tres. Esto ha provocado una deuda pública muy elevada. Una crisis comporta un retroceso del poder adquisitivo. Es un empobrecimiento que tiene, como es lógico, consecuencias diferentes para la población. La macroeconomía nos ofrece datos globales, pero luego hay que entrar en las circunstancias individuales y sectoriales. Estos días escuchamos mucha macro, porque el Gobierno y su aparato propagandístico intentan mostrarnos que tenemos capacidad de respuesta gracias al nivel de empleo y ahorro. Es un voluntarismo encomiable, pero no es más que un castillo de naipes que no resiste el impacto de la inflación, el desempleo, la deuda y el déficit público. Es tan evidente que me sorprende que no se enciendan todas las alarmas y se adopten medidas estructurales profundas. No bastan los acuerdos en muchas empresas para contener las subidas salariales.

El BCE no quiere que se repita la crisis de deuda soberana y es cierto, además, que las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania han puesto de manifiesto la fragilidad de las economías de todos los socios de la UE. La pandemia y el precio de la energía están detrayendo recursos multimillonarios que se sufragan con un mayor endeudamiento de todos los países, pero es evidente que las circunstancias de cada país son diferentes. Alemania tiene problemas, por poner un ejemplo, pero no hay que ser un gran economista para entender que su economía sigue teniendo una potencia que no tiene nada que ver con la nuestra, que arrastra unos problemas estructurales que nadie ha querido o podido afrontar. Es fundamental que el BCE sostenga nuestra deuda, al igual que hace con otros países, pero la cuestión es que en algún momento tendremos que pagarla. Nos hemos acostumbrado a que el Estado gaste mucho más de lo que ingresa y que la burbuja del endeudamiento sufrague las necesidades de gasto corriente. El déficit público es un lastre muy pesado. A lo que hay que añadir que más de quince millones de personas cobran de los Presupuestos. Por todo ello, los malabarismos no deberían conducir a que ignoremos la realidad y no adoptemos las medidas que se necesitan.