Política

Retorciendo la historia reciente

Los acusados por sedición sabían que de volver a hacerlo se encontrarían con el juez Marchena de turno, ahora ya coligen que con lo que se van a encontrar es con el trabajo pisoteado del alto tribunal

Vaya por delante para lo ingenuos rezagados que la modificación del delito de malversación va a seguir el mismo recorrido que el caso de la sedición tanto en la prospera negociación como en el manejo de los tiempos mediáticos. De que esto va bien encarrilado y lleva ya sus correspondientes horas de contactos, no quepa la más mínima duda, pero si hay algo que llama de forma especial la atención cuando se escucha a miembros del gobierno justificar –entre otras inquietantes decisiones– las excelencias de la derogación del delito de sedición tal y como viene especificado en el Código Penal, es sin duda la obstinación por inventar un escenario en el que supuestamente se hace poco menos que imprescindible la medida para seguir avanzando en la dinámica de más paz y menos crispación en este caso en Cataluña, todo ello adobado con el señalamiento –faltaría más– a la oposición como pirómanos, por el mero hecho de denunciar que manifiestamente se están primando los intereses de la zorra por encima de los del gallinero.

Cataluña vive tiempos de una mayor pacificación social y menor crispación, situación que se debe sobre todo y ante todo al éxito de una cosa que se llama estado de derecho o lo que es igual, al funcionamiento de una justicia que fue la que, haciendo escrupuloso uso de sus obligaciones, puso en su sitio a los responsables del golpe de 2017 con un proceso en el Tribunal Supremo cuya limpieza vio todo el mundo y una sentencia cuya ejemplaridad y ponderación vino a disuadir a los condenados y a sus seguidores de futuras tentaciones, por mucho que en el lenguaje mitinero se envolvieran en el mantra del «lo volveremos a hacer». Eso es todo, un estado demostrando que funciona a la hora de salvaguardar su integridad territorial y su convivencia, no permanentes concesiones políticas para apuntalar la permanencia en el gobierno a lomos de unos nuevos presupuestos. Los acusados por sedición y sobre todo sus entornos sabían que de volver a hacerlo se encontrarían con el juez Marchena de turno, ahora sin embargo ya coligen que con lo que se van a encontrar es con el trabajo pisoteado del alto tribunal y con un gobierno siempre dispuesto a vender las joyas de la abuela con tal de no asomarse al abismo del nuevo reparto de cartas. Ya saben, a esto le llaman el triunfo de la política. El 28 de mayo veremos si cuela.