Podemos

Yo no estaba

Sánchez inclina la balanza al socio porque sabe que al de casa ya lo tiene por disciplina y ambición

Hay una ministra de Justicia, magistrada, que ha tardado más de una semana en abrir la boca para dar su opinión sobre la llamada ley del «sí es sí». Y sólo lo ha hecho después de que, como apuntaba ayer aquí Carmen Morodo, Sánchez haya colocado su manto protector sobre Montero para evitar fracturas en la coalición de gobierno. Solo después de que la Fiscalía –que según la doctrina propia del presidente del Gobierno depende de él– haya unificado criterios y a la espera de que el Supremo tire también por ahí, sentenciando que no se toquen penas si están en la horquilla de la nueva ley. Solo cuando el temporal empieza a amainar o se solapa con la buena nueva de que hay un acuerdo para proteger del monstruo de las hipotecas inapelables a las familias que peor lo están pasando. Por tanto, la ministra de Justicia ha tenido que esperar a la acción de Sánchez, la intervención de la Fiscalía y la disolución de las nubes de la polémica entre las brumas gratas y luminosas de las buenas decisiones del Gobierno, para decir esta boca es mía.

Tengo a la señora Llop por una buena jurista. Objetivamente, lo es. Acaso algo tiznada en su criterio por el paso por la política como diputada en Madrid o presidenta del Senado antes de llegar al Gobierno. Pero tiene formación y quienes la conocen elogian su capacidad. En alguna entrevista que he tenido oportunidad de hacerle me ha demostrado arte para la convincente elocuencia, y conocimientos profundos de lo suyo. Que, repito, es la justicia y son las leyes.

Una que el propio Sánchez vendió en su día como nuclear, un texto legal de enorme calado político que salió mal y ha dividido a sociedad y gobierno, acaso hubiera requerido de algún comentario de la máxima autoridad en leyes del gobierno de la nación. Pero no hubo nada. Un silencio ensordecedor, como lo son los grandes silencios inesperados, y una declaración apresurada de pasillo el día en que no tiene más remedio que hablar porque le pillan en el Congreso empezando el debate de presupuestos. Eso sí, matizando que cuando se discutió la ley en el Gobierno, «yo no estaba».

Concluyo que a Llopis le pasa como a Robles o incluso al agazapado Marlaska, jueces que saben más de leyes que Montero y al parecer que su aliada Rosell, también togada pero más escorada aún a la banda izquierda, y no han tenido más remedio que callarse para no abrir más la herida dentro del gobierno.

Lo cual me lleva una vez más a la desasosegante impresión, a punto de convertirse ya en certeza, de que Sánchez no se compromete ni con los suyos a la hora de colocar los pitones de sujeción en la roca estable del gobierno.

Casi todas las polémicas con Podemos han terminado con los de Iglesias victoriosos, que se lo digan a Carmen Calvo, que ya no está. Sánchez inclina la balanza al socio porque sabe que al de casa ya lo tiene por disciplina y ambición.

Y si se quiere uno desmarcar sin hacer daño, sin romperle la estrategia al jefe, siempre puede escudarse en el socorrido «yo no estaba», y pasar de puntillas sin hacer ruido. Tiempo va a tener de aquí al final de la legislatura con un Sánchez al que no le viene nada bien que Podemos siga encaminándose al abismo.