Aborto

Hurgar la herida

El Gobierno contraatacó pidiendo aclaraciones a lo dicho por Gallardo pese a no haberse publicado nada, y consiguió que se hablase de esto más que del procés o la malversación

Mañueco no hace más que darle alegrías a su jefe Feijóo. Saludó su llegada a la presidencia del partido, con un acuerdo con Vox tras una convocatoria electoral insólita cuyo resultado fue cambiar una alianza con Ciudadanos por otra con la extrema derecha. Aún peor: sustituir a un vicepresidente profesional y consistente como Igea por un tipo de tan pocas luces y tan de postureo como Gallardo. Un señoro capaz en pocas horas de anunciar como si fuera un logro algo tan insoportablemente cruel y fuera de lugar como obligar a las mujeres que quieren interrumpir su embarazo a escuchar lo que late en su interior, y después disfrazarse de motero para acudir a la demediada concentración de Pingüinos mal atrezado con un casco ajeno y en amable charla con algún asistente de adorno prusiano filonazi en la cazadora.

Lo del protocolo antiabortista ha sido la segunda de Mañueco al nuevo líder del PP. No tanto por haber acordado con Vox una barbaridad de semejante calibre, que hay sospechas de que lo hizo, como por su larguísimo silencio cuando estalló el artefacto y empezó a salpicar territorio del PP no sólo en la comunidad de Mañueco.

Proponer que las mujeres que van a abortar escuchen antes los latidos de la criatura que tienen en su interior es de una crueldad inadmisible salvo que uno se maneje en el mundo con esquemas medievales. Una interrupción de embarazo no es un juego. Cuando una mujer se somete a ella ha pasado ya por un calvario de angustia y en no pocos casos culpa por tener que tomar una decisión siempre ingrata, incómoda, a menudo traumática, pero en su opinión necesaria para evitar lo que ella misma considera males mayores. Para sí, pero también para el feto.

Ese famoso protocolo que defiende Gallardo, que sostiene Vox que acordó con el PP y que asegura Mañueco que no se aplicará, es humillar y abrir otra herida a las mujeres que ya vienen sangrando por la decisión que han tomado. Nunca fácil, repito. Jamás grata.

Pero, ¿quién piensa en el dolor de las mujeres en esa derecha extrema tan rancia y machista?

Tres días tardó Mañueco en desautorizar a su vicepresidente. Lo cual constituye una torpeza política de primer orden que descarga con fuerza sobre su partido en un momento en que el viento soplaba a favor por la tosca gestión gubernamental de los cambios legales y sus amables consecuencias para corruptos, violadores y puigdemones.

Como era previsible, el Gobierno contraatacó pidiendo aclaraciones a lo dicho por Gallardo pese a no haberse publicado nada, y consiguió que se hablase de esto más que del procés o la malversación.

Y en esas estamos. Vox y la gallardada son el tema de la semana. Lo es también el desgaste que esto supone para el PP en un año complicado y con un liderazgo aún por consolidar.

Pero dudo mucho que la sobreactuación del Gobierno pueda tener más recorrido. El PP está empezando ya a desinflar el globo pese a la amenaza de Vox de romper el pacto: tiene que aprovechar la crisis para marcar diferencias. Y desde Moncloa quizá rebajen la presión sobre el tema, por mucho que les tiente salir de la rueda incómoda del procés, vista la experiencia de Madrid o Andalucía. Pleitear desde el Gobierno con presidentes autonómicos no ha hecho más que reforzar sus posiciones y procurarles votos.