Algeciras
La respuesta ante el yihadismo
«Ningún crimen o atentado puede justificar que se critique al Islam o que los católicos nos podamos sentir superiores»
La religión da sentido a la vida. El hombre es un ser religioso, porque su inteligencia le conduce a buscar respuesta a los grandes interrogantes de nuestra existencia. Desde que adquirió conciencia y organización social ha querido explicar la condición humana más allá de la casualidad. Es cierto que la religión se ha utilizado políticamente y ha servido de instrumento de dominación e intolerancia. En nombre de Dios o de un panteón de deidades, se han cometido las mayores atrocidades. El Cristianismo nació como una religión de bondad e igualdad. Por ello, decenas de miles de personas sufrieron persecución y martirio, pero, finalmente, Teodosio el Grande decidió que fuera la oficial del Imperio Romano. Esta institucionalización tuvo aspectos negativos e hizo que fuera utilizada como instrumento de dominación e intolerancia por algunos de sus dirigentes. Nada que ver con lo que quería Jesús. Uno de los acontecimientos más importantes y fascinantes de la Historia fue pervertido hasta límites repugnantes. A pesar de ello, el balance es extraordinariamente positivo. Por ello, no podemos culpar a una religión de los crímenes que se perpetren en nombre de Dios.
Hace años me impresionó leer «Las cruzadas vistas por los árabes» de Amin Maalouf. Nuestra visión eurocentrista y cristiana nos hacía insensibles a esa otra realidad. Es cierto que el Islam nació con una vocación hegemónica. Era el deseo de conquistar e imponer lo que consideraban la verdad revelada, con una brutalidad sobrecogedora que llevó a pensar a los cristianos de los territorios ocupados en su expansión que Dios les había abandonado, porque habían pecado y apartado de la fe. Ningún crimen o atentado puede justificar que se critique al Islam o que los católicos nos podamos sentir superiores. Es un despropósito histórico y una enorme injusticia. Hay seres malvados que utilizan esta religión para cometer crímenes atroces, pero la inmensa mayoría vive su fe como nosotros vivimos la nuestra. Con paz, alegría y respeto. El asesinato del sacristán de la Iglesia de La Palma en Algeciras, Diego Valencia, es espantoso, como cualquier crimen, pero no justifica la descalificación de los musulmanes, utilizarlo de forma partidista y provocar alarma social. Es un hecho aislado y su autor, al igual que otros como él, un ser repugnante que no merece que lo consideremos un creyente. No es un musulmán
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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