Aunque moleste

Algo más que cañones

Sin más misiles nucleares, no hay disuasión realista de Europa frente a Rusia

Cincuenta años después, las tesis europeístas de De Gaulle adquieren más relevancia que nunca. El general francés sostuvo siempre que ni Francia ni Europa debían depender de Washington, motivo por el que retiró a su país de la estructura militar de la OTAN, clausuró las bases americanas​ y convirtió a Francia en potencia nuclear, promoviendo el contrapeso europeo frente al mundo angloamericano. Claro que el expresidente galo vetó también dos veces la entrada del Reino Unido en la CE, por entender que Londres era un peón al servicio de Washington, y el anglopower sólo aspiraba a controlar Europa. Algo que avala la historia reciente, por mucho que Starmer intente travestirse de europeísta, pese a que en su día defendió la salida de Gran Bretaña de la UE, y no parece que esté por el reingreso. Starmer no es de fiar, como nunca lo fueron los exquisitos british, colonizadores de Gibraltar y enemigos atávicos de España, país al que desprecian, pese a lo mucho que les gusta la Costa del Sol.

Ahora los eurócratas se rasgan las vestiduras ante las posiciones duras de Trump, que al fin y al cabo lo único que ha dicho es que «ustedes se tienen que pagar su Defensa», lo que equivale a que los países europeos inviertan por encima del 3 % en industria militar, que no es lo mismo que la industria climática, como vende Sánchez. Europa ha vivido acomodada pensando que, ante una eventualidad bélica, vendría a socorrernos el amigo americano. De Gaulle no era antiamericano, apenas reivindicaba el respeto de EE. UU y el Reino Unido a Francia y Europa, lo que no se podía lograr desde la sumisión sino desde la independencia. Y eso implicaba construir 56 centrales nucleares y disponer de 290 ojivas atómicas, una potente arma disuasoria bajo cuyo cobijo han vivido presidentes tan poco gaullistas como Mitterrand o Macron.

Ahora los melifluos líderes europeos parecen haberse dado cuenta de que no hay poder sin disuasión militar, y corren agitados para ver quien compra más tanques, sin caer en la cuenta de que no se trata sólo de cañones sino de cohetes balísticos con cabezas nucleares. Es de bobos pensar que Putin va a invadir por tierra Francia, después de que en tres años apenas haya logrado avanzar 18 kilómetros en Ucrania. En lo que sí es fuerte Rusia es en misiles hipersónicos tipo Sarmar, Kinzhal, Iskander o el nuevo Oreshnik. Frente a ello, o se tiene algo parecido o no hay disuasión posible. Erik Prince, fundador del ejército de mercenarios USA BlackWater, hoy Academi, aconseja que «no escuchen a esos políticos idiotas que dicen que hemos humillado a los rusos en Ucrania, pues son tan avanzados en guerra electrónica que los Javelin, los Himmars y los misiles guiados Copperhead funcionaron durante un par de semanas: después se quedaron ciegos tras ser interferidos con enlaces de navegación o de comando. Si les mandas un misil de estos, los rusos te responden en 2 minutos, lo que significa que si les disparas, es mejor que arrastres el culo, o te cogerán».

Ese es el reto al que tiene que hacer frente Europa, y no el cuento de las armas climáticas de Sánchez, que nadie sabe qué son. Sin ojivas nucleares, no hay disuasión frente a Moscú.