
Editorial
Una alternativa lista para gobernar
No hay, prácticamente, un campo de actuación en el que no se deba cambiar, reformar o derogar el modelo existente
Mientras el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiraba del manual del mal político en apuros con anuncios de comisiones varias, algunas ya plasmadas en el papel del BOE y arrumbadas sin pena ni gloria, el líder de la Oposición, Alberto Núñez Feijóo, presentaba un Plan Integral de ayuda y prevención para el medio rural afectado por los incendios forestales, con medio centenar de medidas destinadas a operar en todo el espectro del problema. Ciertamente, algunas de las propuestas son discutibles y otras, como el control post judicial de los pirómanos condenados en sentencia firme, obligarán a abordar reformas legales de calado en el Código Penal y en la Ley Enjuiciamiento Criminal, pero, en cualquier caso, no se puede negar que son una forma realista y práctica de enfrentar un problema que, dada la acelerada despoblación del campo español, va a seguir en aumento. Demuestran, además, que en el seno del Partido Popular, como no podía ser de otro forma, ya que hablamos de una formación política con vocación de Estado, hay recursos profesionales e intelectuales más que suficientes para conformar una alternativa de gobierno eficaz y, sobre todo, adecuada a la realidad que atraviesa la sociedad española tras el largo periodo sanchista, caracterizado por la imposibilidad política de sacar adelante un proyecto que vaya más allá de la supervivencia del partido socialista en el poder. Se argüirá, y es cierto, que los populares lo vienen demostrando con su razonable gestión en las presidencias autonómicas y en la mayoría de los grandes ayuntamientos, pero no cumpliríamos con nuestro deber de informadores si no advirtiéramos que la tarea que espera a quien suceda en La Moncloa a Pedro Sánchez poco tendrá que ver con la gestión más o menos aseada de los servicios públicos de una democracia europea que ha consolidado el estado de bienestar. Todo lo contrario, se trata de enderezar el rumbo político, económico y social de la Nación, cooptada por unas minorías nacionalistas, que apenas representan el 6 por ciento del voto, y por una extrema izquierda con una visión de la acción política que ya era antigua, por sobrepasada, a mediados del pasado siglo XX. No hay, prácticamente, un campo de actuación en el que no se deba cambiar, reformar o derogar el modelo existente, desde la organización caótica del mercado laboral, con ese camuflaje de parados, hasta las relaciones exteriores, pasando por la racionalidad en un gasto público que no hace más que hipotecar a la sociedad española con una deuda externa, cuyos intereses no dejan de crecer, hasta el punto de que ya representan casi el 3 por ciento del PIB anual. Una tarea, insistimos, ímproba, que Feijóo debe hacer creíble ante unos electores, los del centro derecha, que todavía guardan memoria cierta de lo que sucedió tras la mayoría absoluta de Mariano Rajoy.
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