Todo gran crecimiento viene de la mano de un gran desafío. El nuestro, el de las mujeres, ha sido impulsado por la valentía y el merecimiento de empoderarnos, darnos el lugar que merecemos y derribar nuestras propias barreras para dejar de permitir que fuera nos pongan más. De estar relegadas al ámbito doméstico, hemos pasado a ser protagonistas del desarrollo social, económico y político del país. Este avance no ha sido fácil, pero la determinación rompe barreras y conquista espacios que históricamente nos fueron negados.

Cada vez más mujeres ocupan puestos de liderazgo en empresas, instituciones y organismos públicos. La diversidad de pensamiento y la sensibilidad que aportamos, han demostrado ser esenciales para la toma de decisiones más justas y equilibradas. Que la sociedad avance en igualdad de oportunidades, diversidad y empatía es positivo para todos. La sociedad gana porque el sentido de la solidaridad y la justicia que defendemos, consigue que resolvamos conflictos de forma pacífica impulsando significativamente el progreso de la humanidad. Está claro que hacía falta un liderazgo femenino, que está transformando tantas sociedades y de una forma tan necesaria.

La capacidad de empatizar y de dialogar son algunas de nuestras grandes aportaciones. No se trata de reemplazar o destruir, sino de complementar y enriquecer modelos que aporten armonía al mundo, progreso y mayores avances. Además, el impacto de las mujeres en la educación y en la familia sigue siendo crucial. Educar a las nuevas generaciones con valores de igualdad y respeto es la base de una sociedad más equitativa.

El empoderamiento femenino además de prosperidad, crea sociedades más justas, aporta participación femenina en puestos relevantes, en resolución de conflictos a través del diálogo, diplomacia y suma familias, que es la primera y más importante escuela de socialización, más felices y resilientes.

No hay progreso real sin la plena integración de la mujer en todos los ámbitos. Aportamos avances y gracias a ellos, ganamos todos.