Y volvieron cantando

Aquel PSOE vertebrador del estado

Hoy la izquierda, ni encuentra un modelo territorial, ni lo busca

Durante sus 150 años de historia, en el Partido Socialista ha habido de todo, desde páginas iluminadas con innegables luces de esperanza, hasta negros capítulos cargados de ignominia, pero con independencia de ello lo que el PSOE siempre ha llevado a gala es una vocación de organización política volcada con mayor o menor acierto en una vertebración de España que nunca podía disociar en el plano territorial el componente geográfico del de la igualdad y la solidaridad entre ciudadanos de distintos rincones del país. El partido que hoy lidera Pedro Sánchez siempre se jactó de tener en la cabeza un claro y muy definido modelo territorial, bien es cierto que inclinado hacia un federalismo cuya letra grande o pequeña no siempre se ha sabido explicar. Había en cualquier caso un proyecto y un argumento troncal que pasaba por encima de recurrentes ruindades periféricas poniendo coto a cualquier aspiración de las formaciones soberanistas –ya de por sí bastante beneficiadas por la ley electoral– de ejercer una influencia algo más que decisiva, no tanto sobre la política nacional como sobre las mismísimas claves de bóveda del estado.

Allá por finales de 2003 el PSOE sacaba adelante a través de su consejo territorial una declaración, la de Santillana, previo desencuentro y medición de fuerzas entre barones con peso real como Bono o Rodríguez Ibarra frente a Maragall, en la que el PSC conseguía arrancar una nueva visión sobre la pluralidad nacional que a la larga acabaría sublimando cualquier tipo de pacto con el independentismo, bajo el mantra del fin último y supremo de frenar a toda costa al adversario de la derecha. El tripartito que situaba a Maragall al frente de la Generalitat de la mano de Esquerra e ICV, no fue solo una coalición de izquierdas, sino una puerta abierta a la dinámica que a continuación hemos ido contemplando de permanente renuncia a la vertebración territorial, por parte de un partido que tuvo vocación de cambiar las cosas y modernizar el país bajo el paraguas socialdemócrata teniendo claras las líneas rojas que el estado de derecho no podía traspasar, pero que ahora no duda en saltarse esas mismas líneas a mayor gloria del chantaje político a un presidente de todos los españoles por parte de un separatismo que no duda en recordarnos que «lo volverán a intentar». Hoy la izquierda, ni encuentra un modelo territorial, ni lo busca.