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Argentina vuelve a crecer

Si se la deja hacer, el horizonte de la Argentina de Milei está más cerca del crecimiento sostenido que de una nueva recesión

La actividad económica de la Argentina de Javier Milei se ubica hoy en el segundo mayor nivel de toda su historia. Y, sin embargo, todavía se habla de una economía al borde de la recesión. Los datos, claro, nos cuentan otra historia.

Durante el segundo trimestre de 2025 el PIB argentino se contrajo un 0,1% respecto al trimestre anterior. Fue un mal dato que rompió la racha de crecimiento previa y alimentó el fantasma de la recesión técnica: dos trimestres consecutivos de caída. Pero el tercer trimestre no sólo ha evitado esa recesión, sino que la ha desmentido con claridad. El EMAE, el estimador mensual de actividad económica del INDEC, permite reconstruir el comportamiento del PIB entre julio y septiembre: la actividad creció un 0,1% en julio, un 0,7% en agosto y un 0,5% en septiembre. En conjunto, eso se traducirá en un avance trimestral cercano al 0,5%, suficiente para borrar la caída del trimestre previo. En lo que va de año, la economía se ha expandido un 5% interanual y el nivel de actividad de septiembre es el segundo más alto jamás registrado.

¿Cómo encajamos este vigor con el bache del segundo trimestre y con el llamado «riesgo peronista», que hundió la bolsa y disparó la prima de riesgo justamente durante ese tercer trimestre? Una parte de la explicación está en el tipo de cambio real multilateral, es decir, en lo caro o barato que está el peso frente a las divisas de los socios comerciales. El éxito inicial del programa de estabilización de Milei disparó la demanda de activos argentinos: subieron las acciones, se comprimió el riesgo país y se apreció el peso. Pero esa sobreapreciación, en una economía rígida y burocratizada, estrangula la competitividad: exportar se hace más difícil y las importaciones ganan terreno. Ese fue el contexto de abril, mayo y junio.

Paradójicamente, el riesgo electoral peronista corrigió el exceso. La huida de capitales provocó una depreciación del peso que, de no haberse contenido en parte a través de la política monetaria y fiscal aplicada por el gobierno, habría reavivado la inflación. Así, Argentina empezó a ganar competitividad externa desde junio.

El resultado es la fotografía actual: una economía que vuelve a crecer pese al ruido político, con un tipo de cambio más competitivo, estabilidad macroeconómica y una agenda de reformas estructurales sobre la mesa. Si se la deja hacer, el horizonte de la Argentina de Milei está más cerca del crecimiento sostenido que de una nueva recesión.