
Apuntes
Aún se puede exprimir más a la clase media
Le toca el turno a las casas de veraneo, que ya no serán botín exclusivo de los Ayuntamientos costeros
El Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera, socialista de pro, tiene en las urbanizaciones playeras de la Barrosa, Sancti Petri y el Novo su gallina de los huevos de oro. Casas de veraneo de precio bordeando campos de golf, palacetes antiguos y hoteles de cuatro y cinco estrellas comparten terreno con urbanizaciones de chalés adosados y antiguas construcciones de cuando aquellas costas eran pinares y playas de arena blanca, infinitas. La tipología de los propietarios es asimismo variada. Están algunas de las mejores familias de Cádiz, gentes de mucho capital, y clases medias altas de Sevilla, Madrid o Vizcaya, con aportaciones forasteras, británicas y germanas, principalmente. Por supuesto, nadie de ese magno conjunto está empadronado en Chiclana, es decir, no vota en las municipales, con lo que se le puede a exprimir a impuestos sin temor al castigo electoral y calcular unos IBI y unas tasa de basura, agua y luz, que ellos llaman «solidarias», que ni en Guecho. Pero, al parecer, nunca hay bastante. La última ocurrencia es poner una «zona naranja» de estacionamiento a las urbanizaciones, aunque los viales de muchas de ellas ni siquiera están recepcionados por el Ayuntamiento. Negocio redondo: no me dejo un euro en el mantenimiento de calzadas y aceras, pero cobro por cada plaza de aparcamiento en superficie. Salvando las distancias, es como la parasitación de Alcobendas con La Moraleja, el Soto y el Encinar, con la diferencia de que allí los ricos votaban y como las viejas mansiones fueron dando lugar a edificios de apartamentos, aumentó la población y su peso electoral. También, que los vecinos del «otro lado de la autopista» fueron prosperando por sí mismos, creando riqueza, atrayendo industrias y servicios con los que respaldar los presupuestos municipales. Hoy, gobierna con mayoría absoluta el Partido Popular frente a un PSOE que ni está ni se le espera. En Chiclana no parece que vayamos a ver una transformación similar, pero mientras los ricos de fuera sigan pagando –que a ver quién se desprende de unas casas que costaron un congo– pues vamos bien. Algunos se van jubilando, pierden ingresos y se rinden al alquiler de verano; otros se han ido muriendo y sus hijos liquidan las propiedades y marchan a otros lugares donde una caña y una ración de puntillitas no te cueste como un SMI, porque la vocación explotadora de la hostelería también es una cualidad inherente del municipio de Chiclana. Pero no hay de qué extrañarse. Los Ayuntamientos de media España viven del turismo interior y exterior, y a poco que tengas un clima como el de Canarias, unas playas como las de Cádiz, unas calas como las de Mallorca, una ciudad como Barcelona y un marisco entreverado de pulpo como los gallegos ya pueden ir los locales organizando manifestaciones contra la invasión turística, a ver si se muere de una vez esa maldita gallina de los huevos de oro.
Pero me he despistado, porque de lo que yo quería escribir es del nuevo concepto de «inmueble ocioso» que pretende consolidar nuestro glorioso Gobierno en la nueva ley de Vivienda con la intención de acabar de crujir a impuestos las segundas residencias de veraneo, muchas de las cuales apenas se habitan mes y medio al año. Y cuando nuestro impar Gobierno se pone a la tarea de exprimir al rico, ríete tú del alcalde de Chiclana. Menos mal que mi mujer y yo elegimos Portugal, que también hay percebes y largas playas de arena dorada.
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