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Editorial

Los ayatolás no deben tener el arma nuclear

Que la dictadura teocrática no disponga del arma nuclear es un objetivo legítimo que debe concernir a todo Occidente y a sus aliados. El aislacionismo pacifista es una patraña en un mundo global

Estados Unidos ha intervenido en la guerra de Irán con ataques a sus instalaciones nucleares de Isfahán, Natanz y Fordo después de nueve días de conflicto entre Teherán y Tel Aviv. La Casa Blanca ha explicado que el objetivo era «la destrucción de la capacidad nuclear» del régimen de los ayatolás y ha amenazado con ataques «mucho mayores». Nunca es una decisión simple enrolarse en un conflicto bélico, violar la soberanía de un país y prender en consecuencia una mecha bajo un polvorín como es Oriente Medio. La solución a los interrogantes que se ciernen en torno a cualquier operación de este calado la dan el análisis de las circunstancias, de todas las variables y las derivadas, de examinar los riesgos y los beneficios, de asumir, en definitiva, que el objetivo final resulta tan incontestable que justifica la lluvia de misiles sobre posiciones concretas y lo que esté por llegar. Irán no es un régimen democrático, sino una dictadura teocrática, que ha ahogado a sangre y fuego a una ciudadanía castigada con crueldad. Y es también un reconocido patrocinador del terrorismo internacional y catalizador de grupos criminales como Hamás, Hezbolá o los hutíes con metas genocidas contra Israel, Estados Unidos y, en general, occidente. Es un régimen que ha burlado y manipulado las oportunidades que se la han brindado para trabajar por la paz en una mesa de negociación, a la que físicamente compareció, pero nunca con la voluntad de alcanzar un punto de encuentro satisfactorio para todas las partes. Así que, conforme a estos parámetros, pensar que la tiranía de los clérigos chiíes progresaba con rapidez hacia el hito del arma nuclear abría un escenario potencialmente catastrófico para el mundo que era un deber atajar una vez asumido que Teherán nunca se avendría a las razones de la seguridad, la distensión y la colaboración. Que un régimen criminal no disponga ni tenga a su alcance un arsenal definitivo debe ser considerado como una victoria del mundo libre y un paso que robustece la paz mundial. Evidentemente, como toda intervención drástica en el delicado mundo de la geoestrategia conlleva riesgos serios en distintos órdenes que tienen que ser contenidos. El de una escalada bélica es el principal, pero también el impacto sobre una economía mundial sometida ya a severas tensiones. La subida del precio del petróleo habrá que darla por descontado. Irán avisó ayer de que no se permitirá el paso de barcos de combustible por el Estrecho de Ormuz, donde transita el 20% del crudo mundial. Que la dictadura teocrática no disponga del arma nuclear es un objetivo legítimo que debe concernir a todo Occidente y a sus aliados. El aislacionismo pacifista es una patraña en un mundo global. Se le ha dado al régimen un aviso que es una oportunidad. La alternativa es un camino sin retorno. En todo caso, nadie que crea en la libertad lamenta el fin de cualquier totalitarismo.