Letras líquidas

«Bloqueología»

La comunión es más compleja con asociaciones como Sumar y PNV, por ejemplo, o el binomio Bildu-Junts y sus abismos económicos o sociales

A veces puede parecer que los periodistas somos expertos en inventar términos. Y, para qué negarlo, puede que sea así. Nuestra manera de estar en el mundo nos lleva, invariablemente, a tratar de entenderlo a través de las palabras y si no existe la adecuada para definir aquello que sucede, la adaptamos y la (re)creamos. Mientras andamos estos días enredados en la combinación parlamentaria que permitirá formar gobierno, podemos dedicar un tiempo a analizar el estilo político imperante. Mucho se ha hablado y escrito sobre el tránsito, más o menos afortunado, del bipartidismo imperfecto al «bibloquismo» perfecto (por lo impecable). Dos bloques de partidos forjados más allá de la cuestión ideológica, por mucho que se empeñen en circunscribirlo a derecha e izquierda: la comunión es más compleja con asociaciones como Sumar y PNV, por ejemplo, o el binomio Bildu-Junts y sus abismos económicos o sociales.

La formación de esos bloques responde a criterios de otro tipo. Solo así puede explicarse la interpretación que desde el autodenominado grupo de izquierdas se hace del resultado electoral. Veamos. Sus representantes repiten, una y otra vez, que el «mandato popular» resultante de las elecciones avala la reedición de un gobierno «progresista», esto es, PSOE y Sumar, más el apoyo en la investidura de los partidos independentistas y nacionalistas catalanes y vascos (y en numerosas leyes que, previsiblemente, no saldrán adelante en los próximos cuatro años sin sus votos). Esta deducción de la voluntad soberana a partir del escrutinio electoral no es, en realidad, más que una interpretación. La suya. Y, por supuesto, perfectamente válida y legítima, pero no es la única posible ni tiene por qué ser la más certera. Olvidan, quienes defienden esta teoría, la evolución de los votos, el cambio que registra la comparativa con los comicios de 2019 y la transformación social que los electores reflejaron el 23J.

Para empezar, y respecto a la fragmentación del Congreso, esta legislatura son menos los partidos que forman el Hemiciclo, pero, además, el secesionismo catalán ha visto reducida considerablemente su representación y, lo más relevante, PP y PSOE han ampliado sus apoyos: hasta el 64,75 por ciento de los votantes se amparan en unas siglas que parecen condenadas a no entenderse. Como si este viraje social no se hubiera producido y obviando también manifiestos impulsados por la sociedad civil que piden diálogo más allá de los bloques. Con este horizonte no se me ocurre una definición mejor para explicar lo que le pasa a España desde hace seis años que la «bloqueología». Y, por el tiempo transcurrido, ya nos hemos licenciado.