Quisicosas

Cianuro y decapitaciones

Cuando Pedro Sánchez deje el poder las heridas del enfrentamiento seguirán sangrando

El presidente uruguayo José Mújica, que había sido guerrillero tupamaro, fue apresado y condenado sin luz, sin bañarse y con las manos atadas con alambre a la espalda. Carente de libros, sol o contacto humano regular, cuando le preguntaron qué había aprendido en aquella ergástula, sin más visita que un cancerbero que lo insultaba, confesó la alegría que le proporcionaba aquel carcelero, porque había concluido que lo que nos une, lo único importante, «es que todos los seres humanos pertenecemos a la misma especie». Es muy triste que en España haya este ambiente fratricida, alentado por un poder que lo alienta. La polarización es el único resorte que conserva Pedro Sánchez ahora que está sumido en juicios familiares e institucionales. Nos ha traicionado con Puigdemont, Bildu, Koldo, Delcy y, cuando hablas con los más forofos, te contestan encantados, «es mentira» o «la derecha, más».

Es corriente que en los trabajos la gente sea de uno o de otro, de Ayuso o de Sánchez, por ejemplo, también en la Fiscalía (las ideas son libres), lo que no es normal es que el trabajo de los fiscales se use al servicio del presidente. Que se hagan comunicados revelando datos protegidos y que la fiscal provincial de Madrid lea el texto y le comente al fiscal general: «Dan ganas de poner un poquito de cianuro».

La fractura alcanza hasta los museos. Estos días se exhibe en el Thyssen de Madrid la llamada «Reina Roja de Palenque», Tz’ak-b’u Ajaw, una figura de la realeza maya cuyo sarcófago fue encontrado no hace tanto en Chiapas (México). En la tumba se hallaron también dos cadáveres que habían sido sacrificados con ella, un chaval de 9 años, decapitado, y una joven a la que se sacó el corazón. Esto fue también el indigenismo. José Manuel Albares ha concedido al Gobierno de México y a su primera ministra, Claudia Sheinbaum, la exigencia de reconocer los aspectos trágicos de la conquista española de América, «el dolor y la injusticia» provocados por España a los «pueblos originarios mexicanos». La intervención parece inocente porque ninguno de nosotros desconoce ni niega que el descubrimiento conllevó batallas y sufrimientos. Lo que pasa es que esto del ministro es otra cosa, es una finta política a favor de un indigenismo adanista y un proyecto cultural frentista. Los sucesos del siglo XV se usan como cuña para dividir en el XXI.

Cuando Pedro Sánchez deje el poder las heridas del enfrentamiento seguirán sangrando. En la Fiscalía, en los museos y la historiografía, en la Universidad Complutense, en las instituciones extremeñas, el PSOE, los ministerios, todos los ámbitos por los que ha pasado, abriendo una fosa, este hombre malo.