Restringido

89 diputados

La Razón
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Ése es el número de diputados, y no 90, que finalmente obtuvo el PSOE en las elecciones del pasado domingo, después de que el diputado de Nueva Canarias haya decidido formar parte del grupo mixto.

El resultado electoral sitúa al Partido Socialista frente a un espejo cuya imagen debe interpretar correctamente para intentar rehacer un rumbo que, de seguir así, le está llevando a la irrelevancia política.

Nos equivocaremos si nos envolvemos en un argumento que se baraja con cierta frecuencia en los últimos días: intentar enmarcar los resultados en un contexto en el que han aparecido dos formaciones políticas nuevas y, por tanto, los apoyos ya no se reparten entre dos, sino entre cuatro. Sin embargo, la relación causa-efecto está mal analizada. No disminuye drásticamente el porcentaje de voto del PSOE y del PP porque haya dos nuevos partidos en liza. Muy al contrario, el agujero que han dejado política y socialmente los dos partidos después de cometer muchos errores ha sido ocupado por Podemos y por Ciudadanos.

Cuando hace casi un año y medio la nueva dirección política del PSOE asumió su responsabilidad, Podemos había obtenido en las elecciones europeas el 7,97% de los votos. En ese tiempo ha multiplicado su número de votos totales por cuatro y se ha quedado a un escaso punto y medio del PSOE.

Lejos de ser un resultado «aceptable», es un resultado preocupante que, solamente gracias al esfuerzo electoral que han hecho los socialistas extremeños y andaluces, hemos logrado ser segunda fuerza política por una minúscula diferencia.

La importancia de Madrid no sólo es cuantitativa, es fundamentalmente simbólica. No sólo porque una opción política no puede plantearse ganar las elecciones sin tener un buen resultado en Madrid, sino también por razones de capitalidad, de vanguardia en las tendencias para el resto de España y por la influencia mediática y social que ejerce sobre el resto de España.

Además, es en Madrid donde se suelen medir los líderes que aspiran a presidir el Gobierno de España, es donde se contrasta su valoración en las urnas y donde se observan las discrepancias entre la fortaleza de las siglas y el tirón personal de los candidatos.

El PSOE ha sido la cuarta fuerza en Madrid, es hora de enfrentarse a esa realidad y valorar correctamente el mensaje que nos han dado las urnas en esta comunidad autónoma. Es el fracaso de un proyecto personal, que tuvo carta blanca para hacer lo que consideró oportuno, que no tuvo ningún obstáculo para moldearlo a su antojo, y eso sin obviar que también es el fracaso de una lista electoral que respondía sin ninguna traba a ese proyecto personal.

Coherencia es la palabra más repetida por analistas, sociólogos, politólogos y tertulianos para explicar el éxito o el fracaso de los procesos políticos. En realidad, la palabra coherencia convive en un terreno fronterizo con la previsibilidad, el escrupuloso respeto a la norma y la igualdad a la hora de resolver ante las mismas situaciones.

El portavoz en el Ayuntamiento de Madrid fue destituido el verano pasado utilizando como argumento los malos resultados obtenidos en la ciudad de Madrid en las elecciones municipales. Había obtenido la tercera plaza en el podio de votos. No es la única decisión, como España entera sabe, que se ha tomado en los últimos meses en aras de los resultados que se «preveían» en algunos sondeos que nunca vieron la luz, pero fue la primera decisión basada en resultados contrastados.

Joaquín Almunia dimitió en el año 2000 ante un resultado de 125 diputados y el líder laborista británico Miliband dimitió la misma noche electoral. Sin embargo, Alfredo Pérez Rubalcaba quiso creer que los 110 diputados que obtuvo en el año 2011 eran responsabilidad de otro y no tenían nada que ver con su liderazgo e intentó mantenerse en la Secretaría General, pero el resultado de las europeas del año 2014 lo sacó de su autoengaño.

Nuestro secretario general, después de bajar de los 90 diputados y perder 1.500.000 de votos, lo primero que ha hecho ha sido ocuparse de su propio destino y afirmar que se mantendrá como secretario general y que se presentará a la reelección. ¿Es un líder quien exige a los demás lo que no se exige a sí mismo?

Nos va a costar trabajo explicar que, el día que toca reflexionar sobre la situación de gobernabilidad del país y sobre la debacle electoral del Partido Socialista, la principal preocupación de la dirección del partido sea mantener su poder, en contradicción con las prácticas que tienen con los demás.

Lo que España espera de nosotros es que seamos coherentes con nuestra historia y, en base a ello, antepongamos los intereses generales a las ambiciones personales, que establezcamos como prioridad cómo debe salir el país adelante, que fijemos una política de acuerdos coherente, con líneas rojas de lo inaceptable para nosotros, que mostremos que tenemos experiencia política y que no nos ciegue ningún ansia de poder.

El Sr. Rajoy, como primera fuerza, está en la obligación de intentar ser investido y formar Gobierno. El PSOE no puede apoyar ni al Sr. Rajoy, ni a ningún otro candidato del Partido Popular, porque somos su adversario natural.

Tampoco podemos intentar gobernar España. En primer lugar, porque hemos perdido el 20% de los apoyos con respecto a 2011, y eso es un «no» de la sociedad española; y, en segundo lugar, porque no vamos a pactar con aquellos con los que no compartimos cuestiones tan relevantes como la política territorial y el conflicto catalán.

Esto es lo que deberíamos hacer, aunque también está la opción de volcar la responsabilidad de nuestros males sobre el presidente Zapatero o usar de cabeza de turco al primer dirigente local que pase por delante.