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La Razón
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Tal y como estaba previsto, con la complicidad de la UEFA los indeseables ultras del Legia la liaron en las inmediaciones del Bernabéu, y el Madrid sumó tres puntos, sin más padecimientos que los propiciados por sus enormes agujeros en el sistema defensivo, escopeta de feria que no acarreó un desastre porque los polacos de abajo eran bastante menos fieros que los de arriba.

El Legia no es mejor que el Betis, que el sábado encajó en su casa una sonrojante goleada ante el Madrid, otro Madrid muy distinto del que reanudó este martes, festividad de San Lucas, el pretendido idilio con la Champions. Antes de que «Juan Palomo» Bale marcara el 1-0, Ofoe tiró al palo. Por lo visto a continuación, no fue un hecho aislado ni casual. Con fortuna hizo Marcelo el 2-0 y en otro desplome defensivo Danilo, muy desentonado, hizo un penalti absurdo (2-1).

Los desajustes en la retaguardia blanca tenían su origen en el centro del campo. La competencia creada en esa línea por la cantidad de piezas calcadas, favorece aquello que Toshack llamaba «correr como pollo sin cabeza». James y Asensio, en lugar de Isco y Kovacic, hicieron la guerra por su cuenta y todo su afán por atacar se tradujo en una manifiesta debilidad al defender; peor incluso el colombiano, ansioso. En ese descalzaperros, los del Legia encontraron demasiadas facilidades, justo el día en que a Cristiano le dio por pasar la pelota. Facilitó el 3-1 a Marco Asensio y entre idas y venidas Lucas Vázquez, ese jugador que no defrauda jamás, hizo el 4-1 a centro de Morata, autor del quinto.

Los agujeros defensivos del Madrid son circunstanciales, pero los agujeros negros de la UEFA, violencia gratuita, una lacra que no quieren atajar.