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Martín Prieto
Antecedente nazi del escrache
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Los dulces activistas del nihilismo que cabalgan sobre los sufrimientos sociales se han apoderado del obamiano «Yes we can» y deben de creer que el escrachamiento que practican queda emboscado en el lejano lunfardo. No. Para la RAE escrachar es romper, destruir y aplastar, y hasta su propia fonética es tan crujiente que delata la intención de los que persiguen a los políticos en sus casas o les injurian en las calles. Estos ciudadanos en cólera son hijos de los piquetes informativos sindicales que te rompen la vidriera del negocio o pinchan las ruedas de los autobuses de servicios mínimos, si no te avienes. Carpetovetónicamente, el escrache trae el tufo de las bárbaras cencerradas dadas la noche de bodas a la novia no doncella. El «Novísimo Diccionario Lunfardo» define escrachar como arrojar algo con fuerza, zurrar, dar a uno muchos azotes y golpes. Los comprensiblemente indignados por los desahucios han adoptado el escrache como nombre a sus acciones y han de saber que eso supone joderle la marrana a alguien. Y, además, selectivamente, porque no escrachan a los políticos socialistas que se opusieron a la dación en pago. En la República de Weimar muchos alemanes ilustrados creyeron que el capitalismo judío había propiciado la hiperinflación y el hambre y que el comunismo judeizante de 1917 causó la derrota del II Reich. No empezaron a matarlos sino a señalarlos: sus portales, las estrellas amarillas de David, los insultos y atropellos en espacios públicos... Luego vino lo sabido, aunque la crucial historia del siglo XX no se enseña en nuestras escuelas. Cuando Napoleón ordenó el asesinato del realista Duque de Enghien, Tayllerand comentó: «Es peor que un crimen: es un error». La plataforma antilanzamientos, que cuenta con amplias y lógicas simpatías, ha elevado el tiro hasta la acción directa cometiendo el mayor error táctico de su breve existencia. En cualquier caso hay que negarse a que estos desorientados por el agobio, sobre los que montan pícaramente jinetes políticos sin desahucio, acaben escrachados.
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