Política

Carmen Enríquez

Conversación hasta la madrugada con el Rey

Conversación hasta la madrugada con el Rey
Conversación hasta la madrugada con el Reylarazon

Es lógico que la Infanta Cristina quisiera compartir anteanoche con los Reyes sus impresiones de la intensa y dura jornada que acababa de vivir en el Juzgado de Palma de Mallorca. Una jornada en la que logró mantener su presencia de ánimo a pesar de tener que pasar por el penoso trance de sentarse en una sala de vistas para contestar a las exhaustivas preguntas del juez que se propuso por encima de todo imputarla penalmente por un delito del que casi nadie veía indicios. La duquesa de Palma tuvo tiempo sin duda de dar cuenta detallada a Don Juan Carlos y a Doña Sofía de los pormenores de su comparecencia, de las largas cuatro horas y pico en las que el magistrado instructor le formuló una batería de cuatrocientas preguntas en la que las palabras fraude fiscal o blanqueo de capitales no estuvieron incluidas.

La buena impresión transmitida por los abogados defensores de la Infanta, que dieron por hecha la previsible desimputación de Doña Cristina a medio plazo, seguro que insufló algo de esperanza a unos padres atribulados por las consecuencias de los errores cometidos por su hija, llevada por una confianza ciega y quizá excesiva en su marido al que creía incapaz de ser responsable de los numerosos delitos que le imputan el juez y el fiscal del «caso Nóos». La conversación de la duquesa de Palma con sus padres, los Reyes, se debió prolongar hasta la madrugada y a lo largo de ella debió estar presente un incontable número de sentimientos y emociones.

Las mismas que hicieron temblar la voz de la Infanta ante el juez Castro al declarar que si su padre le había dado un préstamo de un millón largo de euros para comprarse una casa debía ser porque, a pesar de todo, debía quererla como hija.

La visita de la Infanta al Palacio de La Zarzuela era, por todo ello, obligada. Se trataba de una escala para dar explicaciones a unos angustiados padres antes de volver a Ginebra a primera hora de ayer, domingo, para regresar al lado de sus hijos y de su marido. El hombre por el que hizo tantas y tantas cosas indebidas, guiada por una razón para muchos inexplicable. Tan sólo porque ella, una Infanta de España, «confiaba en su marido».