Política

Alfonso Merlos

Cuestión de Estado

La Razón
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Fin del trayecto. Hasta aquí hemos llegado. Se terminó. De nada han valido las advertencias o las alertas, ni la buena educación o la diplomacia, ni los llamamientos a la mesura y la sensatez. Absolutamente de nada. Así que lo que no se ha podido resolver por las buenas se va a resolver por las buenas.

Pero de otra forma. No. No se trata de solidarizarse con el Rey. Porque no estamos ante manifestaciones de odio o desprecio hacia la Monarquía. No. No se trata de tomar decisiones desde los órganos del Deporte que se esfuerzan en prevenir y responder a la violencia. ¡Claro que todo esto es necesario! ¡Claro! Pero es insuficiente. De largo.

¿Por qué? Porque estamos ante un atentado contra los símbolos de nuestra nación, contra todo aquello que encarna nuestra unidad, nuestra grandeza, nuestra convivencia, nuestro saber estar, nuestro futuro. Es así, les guste o no a los gamberros que siembran el odio por doquier aprovechando cualquier concentración humana y a los separatistas catalanes o vascos, que están en lo de siempre. No es momento de ironías, ni de comentarios gratuitos en clave de humor. No se trata de hacer un psicoanálisis del señor Mas para captar la esencia de su mueca: su regusto, su satisfacción durante el ultraje, su patético orgullo, su veneno deslizándose por la comisura de sus labios hasta bosquejar una media sonrisa.

En absoluto. Los poderes del Estado deben arremangarse para estudiar cual debe ser el mecanismo legal/jurídico/administrativo más adecuado para repeler este reiterado desafío. Ahí esta la Constitución. Ahí están nuestras leyes. Ahí esta el Código Penal. Úsense contra los plusmarquistas de la discordia. Láncense de forma inteligente contra los que rebasan la canallada y abrazan el delito. ¿Vamos a ello?