Juegos Olímpicos

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Delirios

La Razón
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«Lo que se prepara bien puede salir mal; lo que se prepara mal, seguro que sale mal». En ésas está Río, con más problemas que el cuaderno de matemáticas, pero con muchas menos soluciones. Ahora bien, son sus Juegos, los primeros de América del Sur, un sueño que cada noche es una pesadilla diferente; una ilusión que se ahoga entre los efluvios de la Bahía de Guanabara, la ruina provocada por la corrupción y las facturas impagadas. La Olimpiada que parecía destinada a Madrid va a empezar con un déficit de más de 1.200 millones que el COI en gran parte tendrá que apoquinar, como hizo la FIFA con el Mundial de Suráfrica. Los delirios de grandeza de Blatter y Rogge se pagan a escote. Es la realidad.

Los de Río podían haber sido los Juegos de Madrid, de Tokio, de Chicago, incluso de Qatar. Por caprichos que no fueron del destino terminaron en Copacabana. A priori, el escenario más atractivo; a posteriori, una calamidad que sólo el COI puede atenuar. Éstos iban a ser los Juegos de Madrid’2106 con sus infraestructuras terminadas al 80 por ciento y la opinión favorable del 93 por ciento de la población. Intervinieron entonces Rogge y sus satélites y la Puerta del Sol se quedó con el reloj, el oso y el madroño; pero sin aros. Superado el trance de Copenhague’2009, con la perspectiva que proporciona el tiempo, preguntarse si no están mejor los Juegos allí que aquí sugiere esta reflexión: España, que sobrevive con un Gobierno en funciones y que como no espabilen los políticos va a clausurar los Juegos del Mediterráneo –Tarragona’2017– antes de inaugurarlos, porque la Administración está paralizada, ¿seguro que lo habría hecho mejor que Brasil? Dadas las circunstancias, mejor en Río.