Podemos

El baile de los vampiros

La Razón
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Si los distintos sondeos que vamos conociendo a propósito de una repetición electoral coinciden en arrojar una abstención que podría ser histórica –en torno al 35 por ciento– esa abstención podría darse en un porcentaje mucho mayor entre el electorado de Podemos. De ahí que la formación de Pablo Iglesias ande de los nervios y a pesar de la «línea Errejón», suspicaz ante los posibles efectos nocivos de engullir la camada comunista contemple más que nunca ir de la mano de una IU que, cosas de la política ya no está ni tan moribunda ni tan castigada por la demoscopia como hace meses .Podemos e IU inician los primeros escarceos de apareamiento, aunque ya han puesto en negro sobre blanco un primer gesto de confluencia apadrinando al condenado por terrorismo Arnaldo Otegui ante el Parlamento europeo. No pierdan aquí de vista el horizonte de los comicios en el País Vasco a la vuelta de la esquina.

La batalla que se libra por la supremacía en el espectro electoral desde el centro hasta la extrema izquierda está indicativamente relacionada con gran parte de los movimientos políticos y de «postureo» que se nos han mostrado en estos últimos cuatro meses. Podemos, que alcanzaba casi los mismos votos que el PSOE el pasado 20 de diciembre se debate codazo a codazo entre seguir golpeando el hígado socialista cortándole el aire en el flanco de la socialdemocracia, ahí donde sí se crece en términos reales en un país como España en el que la izquierda lleva décadas encarnando un concepto mucho más amplio alejado del comunismo, o echar las cuentas con el permiso del señor D’Hont, de la hipotética suma con el millón largo de votos de IU para dar ese definitivo «sorprasso» al partido socialista. Entiéndase la vía Errejón frente a la vía Iglesias.

El baile prenupcial que en este sentido nos brindan las direcciones de Podemos y de Izquierda Unida tiene mucho que ver con esto. Dando por sentado que el comunismo en España desde la transición no ha pasado de los 21 escaños de Anguita en su etapa de mayor liderazgo y que ni siquiera eso vino mínimamente a amenazar a un PSOE consciente en su momento de que sólo podía crecer a partir del abandono del marxismo –antes que marxistas somos socialistas decía Felipe– parece lógico y fundado pensar que Iñigo Errejón no es que haya enloquecido precisamente en su diagnóstico y estrategia.

La disyuntiva no es sencilla. Iglesias busca engullir al partido de Sánchez despreocupándose de una IU a la que previamente pretende haber fagocitado por absorción disfrazada de fusión. Garzón por su parte y ahora con más peso específico para negociar, se debate entre su supervivencia y la de otros relevantes de IU engrosando apetecibles puestos en las listas de Podemos o diluir dentro del morado el verdirrojo de las siglas nacidas al albur del «No a la OTAN». Baile de vampiros antes del amanecer por un nicho seguro ante el probable sol abrasador del 26 de junio.