Angel del Río

El esperpento

La Razón
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Si alguien muy ajeno a nuestra ciudad pasó por ella en la tarde del pasado martes pudo pensar que se habían adelantado las fiestas de Carnaval, porque la cabalgata de Reyes fue algo entre un paseo carnavalesco, una caravana circense o un desfile de moros y cristianos. Todo menos una cabalgata de los Magos al estilo tradicional que hasta ahora, con ligeras variaciones, conocíamos. Para empezar, los Reyes no llegaron en camellos, sino que aterrizaron en avión en el aeropuerto de Barajas, y por el frío que se reflejaba en sus rostros al descender por la escalerilla, más parecía que regresaban de Laponia, de pasar las Navidades con Papá Noel.

En aras de una modernidad innecesaria y mal entendida, en vez de lucir sus habituales trajes, parecían envueltos en papel de regalo, y las vistosas carrozas de otros años quedaron reducidas a unos armatostes futuristas, similares a un gran paquete con el anagrama publicitario de El Corte Inglés. Las pelucas de los Magos quizá fueron compradas en los puestos navideños de la Plaza Mayor, y las coronas reales eran como las que dan con el roscón. Al desfilar, desde Nuevos Ministerios hasta la plaza de Cibeles, muchos de los chavales expectantes no sabían si se trataba de una cabalgata «made in Carmena», un desfile del circo mundial que llegaba a Madrid o una representación de la Guerra de las Galaxias. Había de todo un poco, y de cabalgata tradicional de Reyes, nada. Música disco durante todo el recorrido. Nada de zambombas, panderetas o campanillas. Un DJ despertaba la curiosidad entre los asistentes: «¡Míra, es Paquirrín!». «No, ese es menos calvo y está más delgado».

Para acabar la fanfarria carnavalesca, la alcaldesa en persona recibió a los presuntos Magos de Oriente. Actuó Melchor como rey-portavoz del trío, y después Gaspar interpretó una canción étnica. Manuela Carmena puso fin al esperpento advirtiendo a los Reyes de que no se perdieran. Le faltó indicarles que quizá el año que viene algunas de las calles por las que pasaron, se llamen ya de otra manera. Deberá mandarles un fax a tiempo, no vayan a desorientarse y acaben en Parla. ¡Ay, señor, señor! A veces lo original no mejora lo tradicional; todo lo contrario, lo empeora.