Barcelona

El peligro de los caballos de Troya

Es la clave de la seguridad en las sociedades modernas frente a enemigos asimétricos que no disponen de grandes divisiones ni manejan tanques para el ataque. La anticipación, la prevención, la infiltración antes que la reacción y el castigo. Y así debe entenderse, de forma plenamente justificada, el plan urgente del Ministerio de Defensa tras los incidentes del Reino Unido y Francia, dos territorios santuarios y referentes del salafismo armado en toda Europa. Se trata de neutralizar el «efecto contagio». Es así. Los terroristas, cada vez más, se activan dado su perfil «amateur» por una cuestión de emulación, de fascinación, de contagio, de buscar el «copycat» de lo que han hecho otros: qué blanco han seleccionado, de qué organización han dispuesto, qué armas han empleado, en qué táctica se han basado.

Digámoslo abiertamente: los yihadistas, cada día menos embebidos de doctrina y puestos de manuales radicales, están apostando directamente por el plagio, por la transposición directa, descarada, sin miramientos, sin tapujos de lo que funciona. ¿Por qué innovar en el ejercicio de la violencia cuando hay métodos rentables, baratos, al alcance de la mano y que generan los efectos deseados? ¿Acaso la difusión masiva e inmediata a través de los medios de comunicación globales no genera automáticamente sensaciones de incertidumbre, miedo, vulnerabilidad, desprotección?

España está obligada a defenderse, a no esperar, también a no alarmar. Y esta sociedad, lamentablemente madura por soportar desde hace medio siglo el martillo del terror, debe ser perfectamente consciente del adversario que busca su aniquilamiento sí o sí, sin restricciones ni inhibiciones de ninguna índole.

No cabe duda de que el arco del Mediterráneo es una zona de especial sensibilidad, porque los islamistas utilizan a la diáspora musulmana asentada entre nosotros en Barcelona, Tarragona, Valencia, Alicante, Murcia o Granada como verdaderos caballos de Troya desde los que burlar a la Policía y la Guardia Civil. Pero sería un error clamoroso y eventualmente fatídico minusvalorar la especial sensibilidad de Ceuta y Melilla.

No olvidemos que las dos ciudades autónomas, tan españolas como Don Pelayo, funcionan como frontera de la Yihad. No olvidemos la capacidad de desestabilización que pueden tener células o fanáticos más o menos estructurados al otro lado de la valla. Y no olvidemos que estos iluminados sueñan cada noche con la reconquista de Al Andalus. Sobran motivos para la alerta. ¿O alguien lo duda?