Cástor Díaz Barrado

En Europa

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La designación de Josep Borrell como Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad es una buena noticia para España. Hace tiempo que la política exterior española necesita ser revisada, recibir un gran impulso y proceder a una profunda y renovada modificación. Curiosamente sería probable que esto se produjera a través de un nombramiento de este tipo. Por lo menos, a la fragmentada y dispersa política exterior española se le abre una nueva oportunidad para centrar sus objetivos y priorizar las áreas en las que se debe intensificar la cooperación. En verdad, el nuevo jefe de la diplomacia europea actuará en defensa de los intereses comunitarios y no en favor de los intereses de España pero nada impide, sin embargo, que estos deban coincidir. La comunicación será más fácil con las instituciones europeas lo que podría facilitar que España, de una vez por todas, decida los caminos que quiere transitar en su política exterior. Hace tiempo que nuestro país debe afrontar una honda reforma del servicio exterior y, más allá de planes y propuestas, determinar qué es lo que de verdad interesa a los españoles en la acción exterior. Por de pronto, la política exterior de España debe perseguir objetivos europeos sin complejos y alejar con firmeza los intentos de los independentistas de menoscabar la acción exterior del Estado. El nuevo Alto Representante de la Unión Europea para la política exterior entenderá con facilidad este mensaje y no será, por lo tanto, presa fácil del relato supremacista. Europa debe comprender en su totalidad no sólo que únicamente existe un Estado sino, sobre todo, que hay exclusivamente una política exterior española. Ha llegado la hora de que un español lo transmita así a las instituciones comunitarias y a los Estados europeos. Pero, además, España debe retomar la vertiente de su proyección en el espacio iberoamericano y nada mejor, para ello, que la política exterior de la Unión otorgue prioridad a esta área geográfica. En este caso, la singular política exterior española en Iberoamérica se debe completar con la acción de la Unión en esta zona. Confiamos en que no se defrauden las expectativas de esta designación y que se aproveche la oportunidad por nuestro país para potenciar la política exterior de España lo que redundaría en beneficio de la acción exterior de la Unión Europea.