Política

Casa Real

En La Zarzuela quieren pasar página

En La Zarzuela quieren pasar página
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Queda atrás, por fin, la larga pesadilla. La Infanta Cristina ha salido airosa del exhaustivo interrogatorio, según el fiscal y los defensores, y del duro trance del breve paseíllo por la rampa del Juzgado. Se ha superado así razonablemente bien el engorroso trámite que tenía en ascuas a la familia real y que atraía la atención, más o menos morbosa de medio mundo. Es natural que en la Zarzuela hayan experimentado un cierto respiro y que deseen pasar página cuanto antes de este penoso episodio. Falta, sin embargo, la decisión final del juez instructor, que tanto celo ha demostrado y tanto empeño ha puesto en interrogar a la hija del Rey, con lo que se ha abierto un hueco en el panteón de la fama y en la pequeña historia de la judicatura. Seguramente no lo ha hecho por eso, pero ése ha sido resultado. Así que, teniendo en cuenta el halago entusiasta de sus fans –«Castro, amigo, el pueblo está contigo»– , procedentes del campo republicano bajo el dominio comunista y de movimientos antisistema, nadie puede estar aún seguro del carpetazo de la causa, que parecería lo más razonable.

El caso, con su incontenible y larga proyección mediática, ha contribuido seriamente al deterioro de la Corona, y el «caso Urdangarín», que la roza o la envuelve, aunque sea tangencialmente, está aún pendiente y presenta peor diagnóstico. Es decir, el alivio experimentado tras la aireada y morboseada comparencia de Doña Cristina, que, dicho sea en su honor, ha demostrado oficio y saber estar, no supone que todo esté ya resuelto. En la Casa Real sueñan con el momento de verse libres de este tremendo engorro y del molesto ruido mediático para volver a recuperar la iniciativa y la imagen. La caída de la imagen de la Monarquía, por la percepción popular de falta de ejemplaridad, ha coincidido, en su descargo, con la del resto de las instituciones públicas –partidos, Parlamento, Gobierno, sindicatos...– y la agudización de la crisis económica, tiempo más propicio para que el pueblo exija con fuerza ejemplaridad a los de arriba. De ahí la proyección social del caso de la hija del Rey y el deseo de la Casa Real y de los principales responsables políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, de superar cuanto antes este penoso trance.Y no hay mal que por bien no venga. Nadie podrá decir ya, después del espectáculo ante el mundo de la declaración de la Infanta ante el juez, que la Justicia no sea igual para todos en España. La separación de poderes ha funcionado ejemplarmente. Esto ha servido, a la vista de todos, de dentro y de fuera, para el fortalecimiento del sistema democrático y, por tanto, del régimen constitucional basado en la Monarquía parlamentaria. En este sentido, a los de las banderas tricolor, que pregonan en la calle y en las redes sociales, aprovechando este episodio judicial, el descrédito de la institución monárquica y de la Transición a la democracia, les ha salido seguramente el tiro por la culata. Lo que, sin duda, preocupa en la Zarzuela es que la ejemplaridad de la Infanta, aunque no sea procesada, como se espera, quede en entredicho. Esto obligaría, en un momento en que el Rey ha hecho pública bandera de esa ejemplaridad, porque en la vida pública está permitido casi todo menos la falta de ética, a que la hija menor del Rey quedara por mucho tiempo fuera de la agenda oficial, sin que eso le obligue a renunciar a sus derechos dinásticos. Es un mal menor y será la mejor manera de pasar página.